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Un juego de tronos castizo | Crítica

Vida y obras de Manuel Godoy

  • Alianza publica 'Un juego de tronos castizo', del historiador Antonio Elorza, donde se destaca la figura de Manuel Godoy y su papel principal en los episodios que condujeron a la invasión francesa de 1808.

Imagen del historiador madrileño Antonio Elorza

Imagen del historiador madrileño Antonio Elorza

El subtítulo de este estudio histórico nos ahorrará mayores aclaraciones: “Godoy y Napoleón: una agónica lucha por el poder”. Lo cual implica que la presente obra está destinada, en mayor modo, al estudio de la mutua intrumentalización política que protagonizaron ambos mandatarios, y cuya culminación, como sabemos, será la invasión de España y la encarnizada contienda inmediata. Dicho estudio, sin embargo, exige aclarar las circunstancias que condujeron al poder a estas dos figuras “advenedizas”, extraídas de la baja nobleza rural o periférica. De modo que es a través de esta aclaración circunstanciada, a cuyo fondo se halla en la Revolución francesa, como veremos concretarse la silueta de ambos aventureros, mientras Europa y América se inmergen en una conmoción suprema.

Sin el miedo a la revolución, es probable que Godoy no hubiera prosperado como lo hizo

En tal sentido, la obra de Elorza es una crónica marginal (vale decir, contemplada desde su margen), de la estrepitosa caída de la España ultramarina y de la aflictiva situación financiera que acusará el declive de la monarquía española. Sin el miedo a la revolución, es probable que un personaje como Godoy no hubiera prosperado como lo hizo; sin la ambición imperial del corso, el estrangulamiento económico y la encrucijada bélica de España no hubieran sido, con seguridad, tan adversos. Aún así, queda el albur humano. Y es este factor (el arbitrio de María Luisa de Parma, la inacción de Carlos IV, la lucrativa astucia del joven Guardia de Corps), el que Elorza expone en su pormenor más relevante; vale decir, en aquel que concierne o afecta a la marcha del país, y no tanto al inescrupuloso folletín que se infiere de ello. Como es lógico, ambos aspectos se confunden -véanse, a este respecto, las cartas de Blanco White-; sin embargo, en este cuadro, ineludiblemente goyesco, es la encrucijada europea, y su repercusión americana, aquello que se vislumbra en primer término. Y también la nutrida cenefa de hombres prominentes (Jovellanos, Urquijo, Azara, Aranda, Cabarrús, Floridablanca... ), que no supieron resistirse al curso de los acontecimientos.

En todo caso, la “Trinidad” formada por los reyes y Manuel Godoy (así la tituló la propia reina), sigue apelando al lector con su misterio. Un misterio vulgar, si ustedes quieren, que se añadirá a un enigma no menos prosaico: la infausta avidez del Sire.

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