feria de san isidro | vigésima octava corrida en las ventas

Interesante corrida de Rehuelga

  • El hierro, de encaste santacolomeño, lidió tres toros buenos, siendo el mejor el sexto, aunque fue premiado de manera exagerada con la vuelta al ruedo, el quinto

  • Fernando Robleño, Alberto Aguilar y Pérez Mota, de vacío

El último tramo de la Feria de San Isidro, de carácter torista, contó ayer con una corrida de encaste Santa Coloma, con cinco toros de Rehuelga y uno de San Martín, que saltó en primer lugar. Un encierro de juego desigual, con un gran toro, el sexto, y otro bueno, el tercero; sin embargo, el presidente, Jesús María Gómez, en una decisión arbitraria, mandó dar la vuelta al ruedo póstuma al quinto; un premio exagerado para un buen toro.

No tenían bastante los toreros con aguantar a un público que se puso de parte de los toros, que el usía, sin que lo pidiera el respetable, sacó el pañuelo azul y premió a un toro que no merecía la vuelta al ruedo; hundiendo a Alberto Aguilar, uno de los toreros con más dignidad profesional del escalafón y especialista en matar corridas duras, al que ovacionaron tras la lidia.

Ese quinto -¡647 kilos!-, una barbaridad de peso para un santacoloma, hizo una buena pelea en varas. Alberto Aguilar cumplió ante el mastodonte, que paradójicamente se llamaba Liebre y que acudía con prontitud y nobleza, en un trasteo pundonoroso, en el que extrajo los mejores muletazos en el epílogo por el pitón derecho, por el que al comienzo llegó a dar un pitonazo en un muslo al torero, afortunadamente sin mayores consecuencias. Aguilar se adornó con preciosos doblones. Mató de estocada desprendida y fue ovacionado.

El segundo fue un cárdeno, cinqueño, alto, con un pitón derecho potable y que se quedaba muy corto por el izquierdo. El madrileño concretó una labor digna, que no caló en el público.

Fernando Robleño despachó con oficio, pero sin brillo artístico, un lote desigual, siendo silenciado. Con el deslucido primero, un cárdeno, bajo, corniabierto, realizó una labor sin tensión ni trascendencia.

El cuarto, otro cárdeno, de cinco años, lucero, que pesaba increíblemente 608 kilos, se movió con nobleza y Robleño cumplió en un traseo sin interés.

Pérez Mota no llegó a aprovechar un buen lote. Acusó su falta de rodaje. Se las vio en primer lugar con un cinqueño, serio, que fue de largo, pero no se entregó en la pelea. A la muleta acudió con prontitud y nobleza. El diestro gaditano lo toreó con temple y despacio. Como el toro no humillaba tras la tela lo tuvo que llevar a media altura, por lo que no se prendía la mecha de la emoción en la faena. Mató al tercer envite, siendo prendido sin consecuencias en la estocada definitiva, y el público se puso de parte del toro, al que ovacionó; siendo silenciado el torero.

Con el que cerró plaza, cinqueño, un toro bravo y con prontitud, Pérez Mota realizó una labor con altibajos, con varios muletazos buenos por ambos pitones, especialmente al natural, y un desarme como contrapunto. Mató de pinchazo y estocada y de nuevo el público se posicionó a favor del toro, ovacionando con mucha fuerza al de Rehuelga y siendo silenciado el torero.

En resumen, la interesante corrida de Rehuelga, pese a que estaba fuera de tipo, ofreció tres toros buenos, especialmente el sexto, aunque el presidente premió arbitrariamente al quinto con la vuelta al ruedo en un festejo en el que se marcharon de vacío Fernando Robleño, Alberto Aguilar y Pérez Mota.

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