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Zambombas este fin de semana en Jerez

José Mari

Línea de fondo

Santiago Cordero

25 de octubre 2010 - 10:24

CUANDO me enteré del fichaje de José Mari (Sevilla, 10 de diciembre de 1978) por el Xerez, sinceramente os puedo decir que mi primer pensamiento fue muy negativo. ¡Valiente bacalá nos han metido! - creo que dije mentalmente- Luego, hablando con mi padre, la cosa no mejoró. José Mari, Capi, Antoñito… ¡Dios mío! ¿A dónde vamos con esta troupe? Entonces le encontré el sentido. ¡Eureka! Viqueira. El gallego no tiene ni un pelo de tonto. No lo tenía como jugador y no creo que lo vaya a tener ahora como responsable técnico. El gallego fue honrado a carta cabal. Lo fue como jugador (cuando vendió entradas, cuando jugaba, cuando se fue y cuando volvió) y creo que sigue siéndolo ahora como director deportivo. Después de esta reflexión me dije ‘aunque tenga mis dudas, si Viqueira los ha fichado, seguro que lo primero que les ha exigido es compromiso con la camiseta y respeto a la afición xerecista’. Corrían los últimos días del mes de julio, fue entonces cuando decidí creer y apoyar el nuevo proyecto azulino puesto en marcha por Emilio Viqueira.

José Mari es conciente de que es humano dudar de él. Irrumpió en el fútbol español como un referente de la otra España. Un niño que no era del Madrid o del Barça pero que era tan bueno como si fuera de ellos. Su declive empezó muy pronto. Atlético de Madrid, Milán, otra vez Atlético, Villareal, ¡Er Beti de Don Manué! y por último el Nástic. Cuántas veces habré comentado sobre José Mari aquello de ¡Qué pena de niño! Pero cada uno tiene su tiempo, su momento para crecer, para madurar, para dejar de ser niño y convertirse en hombre. Ahora que le veo entrenar, que le escucho hablar en los medios de comunicación, pero sobre todo, ahora que le veo jugar, pienso que tenemos la suerte de contar con el talento de aquel niño que maravilló a España y con la responsabilidad y el compromiso de un hombre por derecho. José Mari en el campo no es un jugador más. No se trata de su velocidad (superaba a los niños del Villareal), ni de sus goles, se trata de su amor propio, de su entrega. El viernes, una vez más, protagonizó un par de jugadas en las que marcó la senda para sus compañeros. Nada espectacular, sólo dos presiones en banda, por cierto se llevó dos balonazos, pero dos esfuerzos que transmitieron energía al resto del equipo y a toda la grada. Con ese espíritu se puede hasta perder y no pasa nada. Chapín sabe de lo que hoy os escribo. Chapín se puso en pie y ovacionó a José Mari, al futbolista, al hombre y su compromiso. Algo más de diez mil corazones nos sentimos orgullosos de tener a José Mari como xerecista. ¡Ah! Y como me dijo mi padre de vuelta a casa “cuando Bermejo coja la racha, que llegará, a ver quien nos para”.

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