Prohibido casi todo

07 de octubre 2012 - 01:00

LO habrán leído ya. El ayuntamiento de la ciudad eterna, Roma, ha prohibido comer bocadillos en la calle. El alcalde está hasta las narices, dice, de ver restos de bocadillos, papelotes y envoltorios en zonas emblemáticas del casco antiguo. En un alarde de lucidez, no se le ocurre otra ordenanza al buen hombre que sancionar con entre 25 y 500 euros al que se zampa un bocata como el techo de una furgoneta, y no al cerdo que tira los restos por ahí. ¿No sería más lógico precisamente eso, multar al que obvia papeleras y cubos de basura? Parece que Madrid ya tiene el colmillo goteando sangre dispuesto a hacer lo mismo que los italianos.

Buceando en internet, resulta que hay municipios que ya han prohibido cosas semejantes, no se sabe si con afán recaudatorio, demostración de supina estupidez o alarde de capacidad coercitiva muy mal entendida.

Verbigracia, en Valladolid a un mendigo le pueden caer 1500 euros de multa, aunque su alcalde ya ha reconocido que tal sanción, salvo que el Consistorio admita la calamidad y la indignidad de tener que pedir en la calle como parte de pago, no podrá cobrar ese dinero jamás.

También se prohibió en Cádiz, hace ya unos años, tirar arroz tras las bodas, lo cual es un disparate (lo de tirar arroz, de las bodas ya, si eso, hablamos otro día) porque si tiraran el arroz con bogavantes, todavía, pero no creo yo que por unos puñados de arroz la cosa sea para multar.

Dicen que toda esta marea de sanciones y nuevas prohibiciones nace del afán recaudatorio de los ayuntamientos, que están más tiesos que la mojama. De una manera o de otra, lo cierto es que siempre se sigue buscando el dinero a los de siempre, seas mendigo, novio bajo una nube de arroz o hambriento guiri que degusta, mientras ve la Fontana de Trevi, un bocadillo con esa pan que te venden en cualquier ultramarino y que no hay forma de comerse sin dejarse las mandíbulas.

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