Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

Esta semana me gustaría haber escrito sobre dos cosas: sobre los creadores incendiarios que suelen acudir a las ferias de arte contemporáneo y sobre los salvajes que van al fútbol a partirse la cara. Por eso he decidido escribir sobre el presidente de los Estados Unidos -que al fin y al cabo reúne ambas condiciones- pues Donald Trump, sin pintarrajear cuadros ni llevar la bufanda del Spartak de Moscú, posee la garra del artista provocador y la sensibilidad propia del forofo camorrista.

En las ferias de arte contemporáneo se suelen exponer travesuras de todo tipo para irritar al espectador. Un Cristo empanado, un busto de Hitler hurgándose la nariz o una naturaleza muerta con restos de fabada vienen a ser las obras ideales para que todo el mundo hable luego de ellas en la tele. Sin embargo, a poco que se fije uno en las declaraciones con las que se despacha habitualmente, está claro que, para artista provocador, el señor este coloradote que vive en la Casa Blanca (que vive, imagino, mientras no le dé la ventolera de imitar a Nerón y meterle fuego.)

¿O no es mucho más subversivo el presidente de Estados Unidos -cuando, por ejemplo, llama "agujeros de mierda" a países como Haití- que el rapero al que han condenado por rimar Borbones con ladrones? Con su aspecto, más cercano al de un vendedor de coches usados que al de un cantante de rock con imperdibles, el presidente Trump resulta bastante más macarra que los que escupen sus letras desde los escenarios. No se bajará los pantalones durante las ruedas de prensa, no blasfemará, pero para ser presidente de un país civilizado, francamente, deja en ridículo aquellas provocaciones de Dalí cuando estampaba huevos de gallina sobre el lienzo.

Pero no olvidemos la faceta de matón y hooligan, que ahí tampoco se queda corto. Es cierto que el presidente Trump no tuvo nada que ver en los disturbios entre hinchas rusos y bilbaínos que tan mal acabaron este jueves frente a San Mamés. Es verdad que tampoco se le ha visto nunca buscar bronca con los ultras del Galatasaray, ni lo han pillado con bengalas en el estadio de San Paolo. Pero la solución que se le ha ocurrido para acabar con las matanzas a tiros en su país no se le habría ocurrido ni al mismísimo Billy el Niño.

Ante las presiones de una opinión pública que le estaba exigiendo medidas para evitar masacres como la última ocurrida en Florida (cuando un adolescente convirtió su instituto en un matadero), ¿qué se le ocurrió al muy bestia? ¿Restringir la venta de armas? ¿Prohibir las ametralladoras? ¿Impedir a los padres que tengan hijos adolescentes? Nada de eso. Lo que se le ha ocurrido es autorizar a los profesores para que puedan dar las clases con una pistola al cinto.

No sé si se evitarán esas matanzas cuando la seño explique las ecuaciones sin soltar el rifle, ni sé si los chavales entenderán mejor la gramática cuando el maestro les saque a la pizarra con un dedo en el gatillo del revólver. De lo que no hay duda es de que mantenerlos calladitos va a ser al fin la mar de fácil.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios