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Cultura

Hitchcock, el amante de la audacia

  • La Fundación Telefónica, en Madrid, dedica al cineasta una muestra que explora, entre otros temas, su mirada pionera, su fascinación por la mujer y el interés por los creadores de su tiempo.

Comercial, porque pocos como él controlaban las fórmulas del éxito y la promoción, y vanguardista, porque nadie como él se sirvió del dominio técnico para investigar nuevas formas de narrar una historia. Fue un creador sádico que concibió las mayores crueldades, y un romántico que sabía hasta qué punto el amor puede doler. Un artista genial, y sin embargo menospreciado por aquellos que sólo veían en él al mago del suspense, hasta que Truffaut y sus compañeros de la nouvelle vague desbarataron aquel equívoco. La figura de Alfred Hitchcock (Londres, 1899 - Los Ángeles, 1980) concita una y otra vez la unión de términos contradictorios, unos contrastes que explora hasta el 5 de febrero el Espacio Fundación Telefónica, en Madrid, a través de una exposición que analiza distintas claves de su poderosa personalidad.

Cuenta el propio Hitchcock -en una larga entrevista que incluye la muestra- sus inicios en la productora Famous Players-Lasky, donde se encargaba de los guiones y la dirección artística de algunos proyectos y un realizador con el que colaboraba mostró celos de su colosal talento y pidió no trabajar más con aquel muchacho. Así comenzaría la carrera de uno de los directores más influyentes de la historia del cine: en la productora consideraron oportuno darle una oportunidad a aquel joven, que entre 1924 y 1939 dirigiría 24 películas, nueve de ellas mudas, en su país, hasta la llamada de David O. Selznick que lo convencería para trabajar en Hollywood.

Allí, el británico, que nunca tuvo un Oscar aunque la Academia sí le concedió el Premio Irving Thalberg, consiguió pronto hacer su estilo reconocible por el público. Uno de los bloques de la exposición desentraña El toque Hitchcock, esa audacia que hacía único al autor de Recuerda y Encadenados, que gracias a la recepción de sus trabajos gozó de una libertad creativa insólita en el tiempo de los grandes estudios. Una secuencia de la segunda versión de El hombre que sabía demasiado señala la maestría del cineasta para reforzar la emoción del relato a través de su disposición de las imágenes. La escena de la ducha de Psicosis confirma más tarde ante los ojos del visitante la condición de pionero de un creador que nunca dejó de tensar los límites de lo posible ante su auditorio.

Las relaciones entre hombres y mujeres -también las maternofiliales- son otro de los aspectos que estudia la muestra. Una sucesión de besos de distintas películas apuntan al Hitchcock fascinado por el amor, al romántico que parecía hablar a través del desdoblamiento de Vértigo de su interés en una mujer sublimada e inalcanzable. En un diálogo de Con la muerte en los talones, Eva Marie Saint encarna un tipo de heroína, inteligente y desafiante, que atraía a Hitchcock, pero en el repaso a sus musas -Grace Kelly, Ingrid Bergman- hay espacio también para el maltrato al que Hitchcock sometió a Tippi Hedren, que en Los pájaros plantó cara al genio tras días de rodaje de una escena en la que pájaros reales atacaban a la protagonista.

Hitchcock, más allá del suspense recuerda asimismo al autor atento a su tiempo, que se inspiró en creadores de la arquitectura o la alta costura como Mies van der Rohe, Le Corbusier, Christian Dior y Balenciaga. La muestra hace hincapié también en la importancia de los colaboradores con los que contó. Los títulos de crédito de Saul Bass, la fotografía de Robert Burks, el vestuario de Edith Head y la música de Bernard Herrmann contribuyeron también a hacer memorable el universo del cineasta.

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