Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

VERMIN: LA PLAGA | CRÍTICA

Terror y metáfora: las arañas atacan el suburbio

Una secuencia del largometraje.

Una secuencia del largometraje. / D. S.

Que un edificio sea invadido por miles arañas venenosas y unos jóvenes tengan que luchar contra ellas es una propuesta poco prometedora. El cine ha convertido animales peligrosos y no peligrosos en protagonistas-pretexto de películas de catástrofes (los paquidermos de La senda de los elefantes, las hormigas de Cuando ruge la marabunta, las abejas de El enjambre, los saltamontes de La nube), de ciencia ficción (los bichos agrandados por las radiaciones atómicas de Tarántula o La humanidad en peligro, más los antediluvianos despertados por ella de Godzilla y Rodan: los hijos del volcán) o de terror y/o aventura (Tiburón y toda su secuela de bichos acuáticos, desde las Orcas a las pirañas). Los bichos que además de peligrosos son asquerosos tienen su propio apartado en el que destacan los roedores de La revolución de las ratas o las arañas -vamos a lo que aquí nos ocupa- que han protagonizado el clásico Tarántula (Arnold, 1955) en versión gigante, Aracnofobia (Marshall, 1990) en versión de importación a un pueblo americano de arácnidos exóticos o Arachnid (Sholder, 2001) y Arack Attack (Elkayem, 2002) en versión mutante. Aunque para mí las más terroríficas arañas de la historia del cine son la que persigue al increíble hombre menguante y la que se va a merendar al fallido resultado de un experimento de teletransportación en La mosca.

Las arañas de esta película nada tienen que ver con ellas. La poco prometedora propuesta que en principio da una cierta pereza -¡otra película de jóvenes luchando contra bichos!- resulta ser una muy buena y original película de terror trufada de crítica social. Una sorpresa. Un acierto. Un debut más que prometedor en el largometraje de Sébastien Vanicek tras darse a conocer con los muy violentos cortometrajes de terror aéreo Mayday y de terror canino Crocs. La poco estimulante propuesta inicial se desarrolla en un buen guión escrito por el realizador y por Florent Bernard que sitúa la acción en un entorno suburbial y marginal dándole una cierta proyección social y crítica -a veces cargada de humor ácido-, perfila muy bien los personajes (aunque exagera las caracterizaciones de algunos) y escalona perfectamente el crescendo de terror. El director sabe qué tierra pisa: crecido en Noisy-le-Grand (Seine-Saint-Denis) y ha escogido como escenario un emblemático, atrevido, discutido y gigantesco edificio del barrio, Les Arènes de Picasso -popularmente conocido por su forma redonda como el camembert-, obra del arquitecto español Manuel Núñez Yanowsky.

Pero es en su puesta imagen donde la película se crece con un uso perfecto de los cerrados espacios claustrofóbicos y de la luz -o más bien la media luz y la oscuridad: gran dirección fotográfica de Alexandre Jamin, que ya había trabajado con Vanicek en el corto Crocs- que crean efectos angustiosos puramente cinematográficos -espaciales, lumínicos- de gran fuerza a los que se suman unos excelentes efectos especiales siempre puestos al servicio de los intereses narrativos y expresivos de la película, y cobran más vida al fundirse con imágenes de arañas reales.

Quizás inspirada en aquel Attack the Block ambientado en el South London, Vermin: la plaga es una buena película de esta variante genérica que, ya se trate de extraterrestres o arañas, podría llamarse de terror en los suburbios. Junto a Crudo de Ducournau, El reino animal de Cailley o Lluvia ácida y La nube de Phillipot señala un camino muy interesante por variado en sus tratamientos para el cine de escalofrío o de terror francés. Y el debut de un director a seguir que conjuga perfectamente la serie B con un toque personal.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios