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Crítica 'Cuando tienes 17 años'

La oscuridad de Techiné

cuando tienes 17 años. Drama, Francia, 2016, 114 min. Dirección: André Téchiné. Intérpretes: Sandrine Kiberlain, Kacey Mottet Klein, Corentin Fila, Alexis Loret, Jean Corso.

André Techiné fue una de las grandes esperanzas de renovación y continuidad del cine francés en la ya lejana segunda mitad de los años 70 con Recuerdos de nuestra Francia (1975), Barocco (1976) y Las hermanas Brönte (1979). Por esos años los padres de la Nueva Ola aún vivían y rodaban e incluso algunos de sus antecesores más ilustres -Bresson, Rivette, Malle- seguían rodando. Parecía que Téchiné representaba la espléndida y hasta asombrosa continuidad creativa del cine francés, prácticamente ininterrumpida desde los propios orígenes del cinematógrafo. Pero la edad de oro del cine de autor empezaba a declinar, su público cinéfilo a menguar y el cine europeo emprendía el camino de trivialidad y europudding que le llevaría a la sequía que actualmente ha reducido a modestas proporciones la antes espléndida cosecha de autores referenciales.

La obra de Téchiné, aun siendo uno de los pocos autores sobrevivientes, demuestra bien este declive. Si su debut en la segunda mitad de los 70 fue tan prometedor, su filmografía en los 90 demostró una aun mayor vitalidad creativa (Los juncos salvajes, Lejos, Los ladrones). Pero el cambio de siglo le sentó mal y el resto de su filmografía -salvo quizás La chica del tren (2009)- fue perdiendo fuelle creativo hasta quedarse estancada en obras tan correctas como repetitivas.

Este es el caso de Cuando tienes 17 años, película de grato pequeño formato pero afectada por un exceso de realismo rancio. Su interés por acumular opuestos en los personajes de los dos adolescentes protagonistas y sus familias -acomodados y modestos, heterosexuales y homosexuales, militares y campesinos, felices e infelices- hace que se resientan las costuras de una obra rodada con una voluntad de sencillez contradicha por el artificio excesivo del guión, firmado por el propio Techiné y por la oportunista y hábil guionista y realizadora Céline Sciamma (Tomboy, Girlhood), cuyo prestigio solo puede entenderse en el largo invierno que atraviesa el cine de autor europeo. Tal vez -visto el mal resultado de sus dos últimos trabajos- Techiné, que tiene 73 años, haya acudido a Sciamma, que tiene 38, para refrescarse y aproximarse a los protagonistas adolescentes. Pero en vez de frescura lo que ha obtenido es impostura. Afortunadamente las buenas maneras cinematográficas del anciano realizador, la elaborada simplicidad de su estilo y su buena mano con los actores salvan en parte la película. Lo que no puede evitar es la sensación de que la hayamos visto muchas veces.

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