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Salir al cine

La gran estafa norteamericana

  • Dos series para empezar bien el año: una documental de investigación, 'Telemarketers', en HBO, y un sólido y rocoso policiaco, 'Blue lights', ambientado en el Belfast contemporáneo. 

En sus mejores días a comienzos de los 2000, la empresa de telemarketing Civil Development Group (CDG) contaba en su plantilla con todo tipo de ex-convictos, ciudadanos con registro criminal, drogadictos, traficantes, alcohólicos y los tipos más raros que uno pueda imaginarse al otro lado de una llamada telefónica para vender cualquier producto.

Entre ellos estaba también un joven Sam Lipman-Stern, autor junto con Adam Bhala Lough de esta serie documental que se adentra en uno de los mayores fraudes de la historia reciente de EE.UU. a partir de su propia experiencia como teleoperador y de su afición al vídeo de aquellos días, en los que filmaba con su cámara el delirante ambiente que se vivía dentro y fuera de aquella empresa pionera, convertida con los años en una profesión al servicio de una investigación periodística que ha llegado a las mismísimas puertas del Congreso.

Desplegada en tres capítulos de una hora, Telemarketers revela la cara oculta de ese voraz capitalismo americano capaz de sacarle los cuartos a las viejecitas temerosas o a los desempleados en nombre de la caridad, las fraternidades y asociaciones de la policía en operaciones fraudulentas que implicaban tanto a las empresas de televenta, que se quedaban con el 90 o incluso el 100% de los ingresos, como a las propias instituciones a espaldas o con la clase política haciendo la vista gorda.

Si los dos primeros episodios reflejan con material casero original las dinámicas y personajes de aquellos días de esplendor de CDG antes del cierre, el tercero salta hasta la actual década para reencontrarse con el que resulta el personaje estrella de la serie: Patrick J. Pespas, un paria politoxicómano que televendió más que nadie reconvertido ahora en una suerte de maqueado Michael Moore on the road plenamente implicado en la investigación destinada a destapar el fraude y entrevistarse con los más altos cargos de las instituciones sindicales o el Senado.

Pespas y Lipman conforman así una dupla de héroes proletarios que vienen a reivindicar y redimir también a todos aquellos compañeros que, entonces y ahora, trabajaron y trabajan como peones prescindibles de estas maquinarias de sacar dinero a los conciudadanos a partir del chantaje emocional y los cuestionarios de plantilla. Por el camino, descubriremos a personajes insólitos capaces de hacer una venta mientras se meten un pico, a soplones y arrepentidos o a tipos siniestros que maldicen a cada abuelita que les cuelga en el intento, auténtica basura americana que el propio sistema despersonalizado (y ahora robotizado con AI) supo explotar en beneficio de unos pocos que se compraban mansiones millonarias, se iban de vacaciones a Belice o se pagaban discos de infames bandas de rock cristiano.  

Belfast después de la batalla

Entre la avalancha de nuevas series, hemos dado con esta Blue Lights (Movistar+) de la siempre fiable BBC para constatar que la posmodernidad no es el camino que más nos seduce en la ficción televisiva. Lo de este policiaco sobrio y rocoso en seis ejemplares episodios es clásica televisión de género, bien construida y desarrollada, con un puñado de estupendos personajes y actores solventes que se desenvuelven en las calles y barrios conflictivos del Belfast contemporáneo donde aún quedan muchas heridas históricas por cicatrizar o curar.

La serie creada por Declan Lawn y Adam Patterson se hace fuerte en su ejemplar comisaría de distrito y suelta en parejas a sus agentes a patrullar un tenso día a día marcado por la delincuencia común pero sobre todo por esas bandas organizadas que han hecho la transición del terrorismo al tráfico de drogas como compensación o modo de supervivencia del clan.

Con un microcosmos perfectamente recreado, sin veleidades narrativas ni demasiados subtextos, Blue lights reparte juego entre mujeres y hombres, veteranos y novatos o padres e hijos para empatizar con el cuerpo sometido a una doble exposición externa e interna, ahí donde la cocina de la política y los pactos bajo cuerda en los despachos dejan tantas veces en evidencia o ponen límites a la labor de los agentes.   

Básicos del cine español: ‘El cebo’, de Ladislao Vajda

De su formación en el cine alemán de los años treinta (fue montador de Wilder y Koster y guionista de Pabst), se trajo el húngaro Ladislao Vajda (1906-1965) al cine español una concisión narrativa y un gusto por las atmósferas expresionistas que calaron en títulos como Carne de horca, Marcelino pan y vino, Mi tío Jacinto, Un ángel pasó por Brooklyn o Tarde de toros, que lo convirtieron en uno de los directores más sólidos, exitosos y respetados de los cincuenta.

Pero tal vez sea El cebo (1958) el filme que mejor recoge la herencia langiana a partir de la novela de Friedrich Dürrenmatt sobre un asesino en serie de niñas, co-producción hispano-suizo-alemana que adelanta las claves del subgénero y se adentra en territorios insólitos y escabrosos dentro del cine criminal hecho en nuestro país. Cicus proyecta la versión española de la cinta el próximo lunes 15 a las 19 horas. Las entradas ya pueden reservarse.

El estreno de la semana: ‘El rapto’

Pocos cineastas más en forma en su edad provecta que el italiano Marco Bellocchio. Tras desentrañar (por segunda vez) el secuestro y asesinato de Aldo Moro en la soberbia serie ‘Exterior noche’, el cineasta recrea ahora la Italia de 1858 para poner el dedo en la llaga del antisemitismo histórico a propósito del caso real de un niño de siete años secuestrado por la Iglesia Católica de Roma y la larga lucha de su familia por recuperarlo. 

Trailer El rapto