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NOCHE DE PAZ | CRÍTICA

El sobrevalorado Woo regresa a Hollywood

El actor Joel Kinnaman en el largometraje.

El actor Joel Kinnaman en el largometraje. / M. G.

En 1986 el director chino afincado primero en Hong-Kong y después en Taiwán logró, tras una carrera mediocre, redefinir la violencia en el cine con Un mañana mejor, convirtiéndose en uno de los padres del llamado Heroic Bloodshed, thriller extremo que lleva al límite tanto sus componentes violentos y sangrientos como los melodramáticos -amistad, lealtad, venganza- a los que se une el tema oriental del honor. Diez años más tarde, consagrado internacionalmente por títulos como The Killer o Hard Boiled, y considerado un referente por Tarantino y otros realizadores influyentes, fue requerido por Hollywood donde entre 1996 y 2003 desarrolló una carrera de éxitos de taquilla con películas tan exageradas como mediocres (Bloken Arrow. Alarma nuclear, Cara a cara, Misión imposible 2, Windtalkers, Paycheck) tras las que en 2008 regresó a China para rodar las cuatro entregas de las superproducciones Acantilado rojo y The Crossing, más el thriller Manhunt. Con Noche de paz ha regresado a Hollywood 20 años después del estreno de su última película americana para rodar otra de sus películas ultraviolentas, intentando depurar su estilo (aunque quizás en el caso del sobrevalorado Woo se debería hablar más de tics y efectos que de estilo).

El guión de Robert Archer Lynn -Adrenalina, Prisionero, Deadbox, Camino de la venganza- está hecho a la medida de Woo para permitirle un ejercicio de estilización formal de sus constantes formales y temáticas de violencia y venganza. El protagonista ha enmudecido tras ser tiroteado en la garganta. El silencio (de los humanos, no de las pistolas) va a ser muy importante en esta película. Su hijo es víctima casual del tiroteo entre dos bandas. El enmudecido padre se dedicará a exterminarlos.

No hay más en esta apoteosis de la violencia llena de coreografías de luchas que suma la pasión de Woo por ellas y la de sus productores, responsables también de la serie John Wick. Se extreman los componentes melodramáticos de muerte y duelo para justificar también la extrema violencia de la venganza. El sueco medio afincado en Hollywood, sin obtener grandes cosas, todo hay que decirlo, Joel Kinnaman se esfuerza porque las balas, las luchas y los efectos de cámara no le roben el protagonismo. No lo logra.          

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