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De libros

Un socialdemócrata en el Walhalla

  • 'El perfecto wagneriano'. George Bernard Shaw. Edición, traducción y notas de Eduardo Valls Oyarzun. Alianza, Madrid, 2011. 358 páginas. 24 euros.

En 1898, George Bernard Shaw, el escritor irlandés, fino crítico musical, que andando el tiempo sería Premio Nobel de literatura, publicó un curioso opúsculo dedicado a desentrañar las claves de El anillo del nibelungo, la gran epopeya de Wagner construida a partir de los mitos nórdicos. Su estudio, que conocería cuatro ediciones inglesas (la última en 1923, dos años antes del Nobel), se apoyaba en la hermenéutica marxista para dar una explicación al ciclo wagneriano de orden básicamente económico. Según Shaw, Wagner construye su obra como una alegoría social que sigue el curso del capitalismo, desde su origen corrupto (el robo del oro) hasta el colapso de su final, que propicia la acción de un héroe individualista, un anarquista, Sigfrido-Bakunin (así citado en la obra). Miembro de la Sociedad Fabiana, partidario pues de un gradualismo sociopolítico de corte socialdemócrata, Shaw trata de resolver los conflictos que le ocasiona la dialéctica marxista dotando a su obra de un entramado filosófico y metafísico, por el que circulan también Nietzsche y el evolucionismo. Cualquier conocedor de la historia teatral de la magna obra wagneriana reconocerá sin problemas la influencia que este discurso ha tenido sobre dramaturgos de toda laya.

Pero por encima de esta visión puede que hoy algo caduca, El perfecto wagneriano, un gran olvidado de la edición española, es un entretenido recorrido por la trama argumental del Anillo, cuajado de referencias culturales, sociales, económicas y políticas, todas ellas engarzadas con la habitual ligereza estilística y el tradicional sentido del humor del escritor irlandés (por ejemplo: a Sigfrido lo matan por pesado, hartos todos de que les cuente una y otra vez la historia de Mime y el dragón). Eduardo Valls Oyarzun escribe en cambio un sesudo y prolijo estudio introductorio, tan extenso como la propia obra y no exento de interés, pero que puede espantar a quien espere la misma ligereza de trazo que muestra Shaw.

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