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España

La ausencia de ETA propicia una campaña normal en el País Vasco

  • Populares y socialistas pueden desarrollar actividades a pie de calle y en zonas hasta ahora 'vetadas' a los no nacionalistas · En 2008, ETA asesinó a un concejal el día antes de la jornada de reflexión

La ausencia de la amenaza de ETA por primera vez en unas elecciones autonómicas en el País Vasco han convertido en noticia la normalidad con que discurre una campaña electoral que, no obstante, mantiene frescos aún los peores recuerdos del terrorismo.

La apertura de cinco oficinas electorales del PP a pie de calle en las tres capitales vascas, Irún (Guipúzcoa) y Guecho (Vizcaya), un hito impensable hace tan sólo pocos meses, se ha convertido en el máximo exponente de esta nueva etapa de normalidad iniciada hace ahora un año, cuando ETA anunció "el cese definitivo de su actividad armada".

Hasta entonces, ataques a sedes de partidos no nacionalistas, amenazas a candidatos del PP y del PSE-EE, pintadas, y actos de intimidación durante la celebración de mítines se habían convertido en tónica habitual de las campañas electorales, un acoso que se intensificó a partir de 2003 tras la ilegalización de HB, EH y Batasuna por el Tribunal Supremo.

La movilización iniciada entonces por la izquierda abertzale contra su "apartheid político" recrudeció la situación en las siguientes elecciones de 2005, aunque el mayor "desgarro" sufrido durante un proceso electoral se produjo el 7 de marzo de 2008, cuando ETA irrumpió en la campaña de las generales con el asesinato del ex concejal socialista de Arrasate (Guipúzcoa), Isaías Carrasco, durante la víspera de la jornada de reflexión.

"Eso fue un colofón terrible. Que te maten a un compañero el último día de campaña te deja destrozado", rememora el consejero vasco de Vivienda y Transportes y actual candidato del PSE-EE, Iñaki Arriola, quien tampoco olvida las "muchas ocasiones" en las que "a las entradas de los mítines se concentraban unos cuantos energúmenos con pancartas, tratando de boicotear y asustar a la gente para que no acudiera" a los actos. "La actitud de chulería y matonismo es algo que aquí ha sido una moneda común hasta ahora", recuerda Arriola, quien confía, sin embargo, en que "ese ambiente desaparezca y realmente todos actuemos en libertad".

Un deseo que también comparte el popular Borja Sémper, para el que la "histórica" apertura de oficinas de su partido a pie de calle en esta campaña electoral ha supuesto un "punto de inflexión" que permitirá que estos hechos "dejen de ser noticia en el futuro".

Sémper, quien fue objetivo de ETA mientras cursaba sus estudios universitarios, considera ahora que la apertura de las nuevas sedes populares es "una buena noticia para cualquier ciudadano de bien", aunque no sea simpatizante del Partido Popular, porque significa "ensanchar espacios de libertad en Euskadi".

Lejos parecen quedar ya los peores años de la violencia, cuando, según recuerda el ex alcalde de Rentería Juan Carlos Merino, la Casa del Pueblo de esta localidad guipuzcoana era periódicamente atacada por encapuchados que incluso llegaron a prenderle fuego con una decena de personas en su interior. "Ahora todo es más sencillo, porque el trabajo en campaña dentro de la sede permite dedicarte a lo que estás haciendo de una forma relajada, sin tener que mirar de reojo la puerta ni adoptar otro tipo de precauciones", comenta Merino, quien se felicita por la nueva situación que vive el País Vasco, en la que los no nacionalistas han dejado de "tener una espada de Damocles encima" y esperar "cualquier sorpresa a la vuelta de la esquina".

La libre utilización de lugares públicos por los partidos constitucionalistas como escenarios para sus mítines, en los que ya no se producen las antes habituales aglomeraciones de escoltas, constituye otro síntoma de que las cosas están cambiando.

Así lo demostró el lehendakari y aspirante a la reelección, Patxi López, quien durante un acto en el Boulevard de San Sebastián, punto de partida habitual de numerosas manifestaciones, reivindicó este lugar como "espacio de libertad" tras años en los que "ha visto arder coches y autobuses" y "pasear con ostentación la arrogancia del totalitarismo".

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