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España

¿Qué hacemos con Arenas?

  • Tras el fiasco electoral del 25 de marzo, el futuro de Javier Arenas pasará por una conversación larga y a solas con Mariano Rajoy. En la decisión, María Dolores de Cospedal no tendrá ni voz ni voto

LAS especulaciones se han disparado, las hay de todos los colores y barajando toda clase de fórmulas y nombres, pero nada hay decidido sobre el futuro del PP andaluz. O para ser rigurosos: nada se ha decidido sobre quién se va a ocupar de dirigir el PP en la fase crítica que les aguarda, nada menos que recuperar el ánimo perdido y el terreno que creían conquistado.

El 25 de marzo el Partido Popular sufrió una derrota de las que pasarán a la historia, aunque siempre hay portavoces que intentan convertir el fracaso en un éxito y dicen que el resultado ha sido importantísimo para el PP. No es cierto: estaban seguros de ganar y, lo que es peor, no es fácil que en años próximos, o incluso lejanos, se den circunstancias como las actuales para ganar el gobierno a un PSOE imbatible en Andalucía.

El problema no ha estado en la campaña de perfil bajo que eligió Arenas, ni tampoco que no acudiera al debate en la televisión andaluza. Cualquier otro en su circunstancia y con cierto sentido de la dignidad personal tampoco habría acudido, después del juego sucio de la televisión autonómica contra el PP. Tampoco se puede decir que Arenas era mal candidato, porque era el mejor posible del PP; el más conocido y el que se ha dejado la piel y ha renunciado a su proyección nacional, que la tenía, para organizar el partido en Andalucía, abrir sedes, crear equipo y patearse las ocho provincias y sus centenares de pueblos una y mil veces para decir que el PP tenía un proyecto y un programa. El problema para Arenas fue que le abandonaron los suyos, los mismos que ahora se desgarran las vestiduras ante un nuevo Gobierno de Griñán. Le abandonaron los suyos, que no acudieron a las urnas por pereza, por desidia, por exceso de confianza o por decepción. Esa falta de entusiasmo de sus votantes, más la campaña del PSOE contra la reforma laboral, más la campaña de los sindicatos, y sobre todo la poco efectiva respuesta del PP y del Gobierno a la reforma laboral para contrarrestar así las acusaciones de la izquierda y de los sindicatos, han provocado el fiasco andaluz del PP. Que es un fiasco aunque hay quien se empeña en presentarlo como un triunfo.

Javier Arenas afirma que continuará en la política andaluza, haciendo oposición desde su escaño. No tiene más remedio que decirlo, pero en la sede nacional de su partido dan por hecho que Rajoy le llamará al gobierno en cuanto decida hacer su primera remodelación. Y deben pensar lo mismo en Andalucía, porque desde la mañana del día 26 los populares hacen todo tipo de quinielas sobre quién va a suceder a Javier Arenas al frente del PP andaluz.

En estos momentos el hombre que más suena es el de Fátima Báñez, la ministra sorpresa porque pocos conocían sus dotes políticas, pero dicen -él no ha pronunciado una palabra- que Javier Arenas quiere que el nuevo presidente andaluz, cuando se celebre el congreso regional, sea el actual alcalde de Sevilla, Juan Ignacio Zoido, un hombre serio y que el 22 de mayo hizo el milagro de ganar unas municipales que apenas un año antes nadie apostaba que pudiera pasar a manos del PP.

Suenan nombres, hay rumores sobre el futuro de Javier Arenas, hay personas en la calle Génova que esperan como agua de mayo que dé más contenido a su vicesecretaría general y trabaje más para el partido a nivel nacional. Un partido que conoce como nadie. Sin embargo, ni el propio Arenas sabe qué va a ser de él. Todo se decidirá en un encuentro personal que mantendrá con Mariano Rajoy, los dos solos. No se ha producido hasta ahora porque la misma noche de las elecciones andaluces y asturianas Rajoy salió hacia Seúl y, de regreso, ha dedicado todo su tiempo a ultimar el proyecto de ley más importante de la legislatura: los Presupuestos Generales del Estado que el viernes aprobó el Consejo de Ministros. Y Rajoy, explican en su círculo más próximo, quiere que la conversación con Arenas sea profunda, sincera, analizando bien los pros y contras de las decisiones que quieren tomar, sin compromisos en la agenda del presidente que obligue a las prisas.

Hay varios puntos de coincidencia en los distintos interlocutores que se refieren abiertamente a lo ocurrido en Andalucía y a qué puede suceder en el partido a partir de ahora. El primero, que la decisión que tomen Rajoy y Arenas sobre el futuro de este último será inamovible, ni siquiera María Dolores de Cospedal podría imponer su criterio. Es un secreto a voces que las relaciones entre De Cospedal y Arenas han sido muy tensas y que hasta el congreso de Sevilla han mantenido una lucha sin cuartel por el poder que ganó De Cospedal, pero en las últimas semanas se habían apaciguado las cosas. Pero no tendrá voz y voto respecto al futuro.

Y otro punto de coincidencia es que hay que tomar decisiones respecto a algunos altos cargos andaluces que no están cumpliendo las expectativas: sueldos excesivos, camarillas, nombramientos de familiares y amigos cercanos sin cualificación para ocupar determinados puestos, y síntomas de prepotencia ante unas elecciones que consideraban ganadas. Es probable que ese tipo de actuaciones, que empiezan a ser habituales en algunos alcaldes o presidentes de diputación andaluces, hayan provocado el descontento de los ciudadanos que han preferido sumarse a la abstención porque no querían dar su respaldo a unos dirigentes que no se estaban ganando el respeto.

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