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El artificio hecho baile

Fran Pereira

02 de marzo 2009 - 07:57

Había gran expectación por ver bailar al último Premio El Desplante del Festival Internacional de La Unión, el madrileño Alfonso Losa. El joven bailaor se presentaba en sociedad en la Sala Compañía, un espacio escénico que, como siempre, acogió con buena afluencia de público su montaje, ‘Mirando atrás’ en el que pretendía homenajear a los grandes maestros que han pasado por su trayectoria.

Poco esperó el artista para asestar su particular toque a los presentes. Lo hizo a través de una apuesta arriesgada, bailar fandangos naturales a ritmo de soleá por bulería. Salió bien de la tentativa evidenciando su sensacional fortaleza física y su poderío absoluto con los pies, una tarjeta de visita acorde con los tiempos que corren.

Continuó por farruca. Bastón en mano y marcando los compases, el madrileño fue calando entre el público. Facultades le sobran y personalidad encima del escenario también pero transmite poco. Tiene carácter aunque sólo con eso no basta. Y es que por momentos resulta un bailaor demasiado artificial, carente de esa pizca de sensibilidad que debe servir para calar entre el espectador. Sin ángel.

A ello tampoco contribuyó demasiado su atrás. Algunos cantaores siguen empeñados en alargar el cante hasta el infinito cuando determinados palos necesitan y en ocasiones hasta imploran un recorte a tiempo. No es comprensible que los tercios de la soleá se prolonguen sin motivo, porque al final el resultado es bien distinto al deseado. De la ronda de tonás que antecedieron a la misma, mejor no hablar.

Por soleá, Alfonso Losa se ganó al público a base de desplantes físicos. A eso no le gana nadie. De lo demás bien poco se puede destacar porque matizar lo que se llama matizar, matiza poco o nada. Todo lo baila igual. Su único apoyo es el talante físico y los pies, eso sí. Muy pocos pueden toserle cuando el madrileño arranca con bríos, como demostró en cada uno de los palos que ayer ejecutó en una Sala Compañía que pese a todo le despidió con una sonora ovación. Cuestión de gustos.

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