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Jerez

Domingo de misa y convivencia

  • Hoy se vive el día grande con la Virgen en las calles. Ayer fue la misa de Pentecostés y jornada del encuentro en la casa de Jerez, que tuvo un gran ambiente con idas y venidas constantes de romeros

La hermandad de Jerez celebró un año más su misa ante la Virgen de Rocío, un privilegio que sólo conservan aquellas hermandades con mayor tradición rociera. La ermita se llenó para asistir a la celebración eucarística que ofició el director espiritual de la hermandad, Martín Alexis González, y cantada por el coro. En su homilía pidió transfusiones de sangre rociera para depurar el alma. Fue el motivo por el que el Simpecado salió por segunda vez de la carreta desde que se colocó en Jerez para el camino. Situado en su asta fue trasladado con todos los honores hasta la ermita para tras la celebración, volver a la casa de la hermandad. La primera vez que salió el estandarte inmaculista en el domingo en el Rocío fue para estar presente en la pontifical de Pentecostés que tuvo lugar en el Real del Rocío, con el monumento dedicado a la Virgen con motivo de su coronación canónica como eje del gran altar instalado, donde se situaron los 106 simpecados rocieros, para asistir a una eucaristía que por segunda vez presidió el obispo onubense José Vilaplana, concelebrando el anterior prelado, Ignacio Noguer Carmona, y los sacerdotes de las hermandades filiales. Fue una homilía intensa y profunda en la que agradeció el compromiso contraído por las hermandades rocieras de sufragar los costes de una guardería en el Congo. La misa fue magníficamente cantada por el coro de la hermandad de Triana, fundado en un tiempo en el que la moda de lo rociero no provocaba el nacimiento de coros o grupos de sevillanas. Fue en la década de los sesenta del siglo pasado cuando dio sus primeros pasos esta formación que ayer puso su impronta en el Real. Afortunadamente para los cientos de asistentes a la misa de Pentecostés, el cielo del domingo estuvo nublado, evitándose el sol de una mañana que suele ser muy calurosa, y además, este año se pusieron cientos de sillas para asistir más cómodamente a la celebración. Al igual que los días precedentes, las bajas temperaturas fueron protagonistas haciendo más cómodo y llevaderos los trajes de flamenca y de corto, así como otras ropas de abrigo que, al menos hasta pasado el mediodía, fueron más que necesarias. A la hora de la pontifical rociera, la aldea estaba despertándose para vivir una jornada de espera y de convivencia en las casas particulares y de las hermandades. La de Jerez, con un extraordinario ambiente durante toda la jornada, empezó recibir el habitual flujo dominical de los que llegaron desde la ciudad para disfrutar del día o incluso para permanecer hasta el instante de la salida de Virgen en la madrugada del lunes. Con ese buen ambiente, las idas y venidas a la ermita fue algo obligado para ver a la Señora, vestida de reina, rodeada de flores de tono rosa con los adornos ya dispuestos en su ráfaga en la que luce unas flores que este año ha realizado el hijo de la camarista. También es necesario echar un vistazo al retablo ya concluido de estilo barroco, una de las últimas grandes obras de talla, imaginería y dorado que se ha realizado en muchos kilómetros a la redonda. Ya es su paso, se pudo ver el arreglo efectuado en las andas a la que se le ha subido el basamento para poner más altos los varales. La idea de este cambio es hacer más complicado llegar hasta la base de los varales y que los que lo hacen tiren hacia abajo, dificultando así el trabajo de los almonteños cuando portan a la Virgen en la procesión. Esto se podrá comprobar en la jornada de hoy cuando la Señora esté en las calles de la aldea haciendo su recorrido por el itinerario tradicional visitando los simpecados de las hermandades. Antes habrá sido el momento de rosario, el instante del salto y la salida de la Reina de las Marismas. Otro dato es que se ha aumentado la anchura de esa reja que separa el presbiterio y altar mayor con la idea de hacer más cómoda y menos accidentada la salida de las andas una vez que la tengan los almonteños. Es esa misma reja a la que todos los días del año y más aún en las fechas de la romería, se aferran manos y rostros que miran a la Reina y Pastora de las Marismas. Rostros de emoción, señalados por las lágrimas de la alegría o de la pena. Es la gran verdad del Rocío que se hace explícita tan cerca de Ella.

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