Programación
Zambombas este fin de semana en Jerez

Jerez, a las puertas de El Rocío

La hermandad superó ayer el difícil viernes de camino con los arenosos senderos muy complicados

El obispo José Mazuelos, ayer agarrado a la carreta del Simpecado por el Cerro de los Ánsares.
Francisco Abuín / Doñana / Enviados Especiales

26 de mayo 2012 - 01:00

Alcanzamos el viernes de camino y entramos en el final de la ida a Rocío, la jornada que amanece más temprano para la gente rociera que debieron levantar la acampada bien temprano, especialmente los que llegaron hasta Los Ánsares para la segunda misa de camino que ofició el obispo José Mazuelos. La ruta fue la misma de siempre sin cambios ni contratiempos notables, con un ritmo bueno, con las rodás de arenas muy movidas, el sol pegando lo suyo, temperatura algo más baja y cielo despejado con alguna nube alta. Precisamente el sendero quiso ser protagonista por su mal estado. A lo largo de las dos horas y media que duró el rengue de almuerzo, no pararon de entrar coches en el Sopetón así como el tractor de la hermandad que tuvo un día duro sacando vehículos atascados. Este fue el aspecto negativo del día, que al mismo tiempo es lo normal por estos carriles, con años malos y otros peores.

Bajo el sol se desarrolló la misa sobre las rubias arenas en un lugar pleno de magia y hermosura. Las dunas rodeaban a la carretas y al Simpecado formando un semicírculo en cuyo centro se instaló el altar. Y alrededor cientos de romeros a pie o a caballo siguiendo la celebración eucarística que fue cantada por el grupo Voces de La Ina junto al sonido del pito y el tamboril. Junto al obispo, oficiaron el cura de la hermandad y el sacerdote misionero Jesús Blázquez, actualmente en Colombia pero con experiencias en Sevilla y Huelva donde ejerció su ministerio.

El prelado dedicó la misa a la familia y pidió a lo rocieros que lo sean siempre y que se impregnen de espíritu de entrega y caridad. A su finalización, tras un tiempo para organizarse y Pepe Camacho ocupándose de repartir el pan y el hielo. También hubo tiempo para tomar las primeras copas a la vez que se reiniciaba la marcha con dirección al Cancelín un tramo en el que se rezó el Ángelus. Desde los Ánsares, el prelado se puso tras el Simpecado acompañándolo un tramo, al igual que hizo el pasado año.

En el espacio del Cancelín, lugar en el que pernoctan algunas hermandades y la de Jerez lo hace a la vuelta, se abrevaron a los animales y sin pausa seguir hasta el Sopetón para el almuerzo. Carreta y charrés conforman la cabecera jerezana en la que no faltan jinetes y amazonas perfectamente vestidos haciendo grande y sobre todo hermosa en su estética a la comitiva rociera. Todos ponen de su parte para que la hermandad luzca en todo su esplendor por cualquiera de los lugares que atraviesa, haciendo gala de un gran clasicismo rociero.

Los incondicionales no faltan: Álvaro Domecq, sus sobrinos Antonio y Luis, el hermano mayor, miembros de la junta de gobierno, la camarera de camino siempre pendiente del Simpecado, miembros de la familia González-Gordon y aluna más formando esa cabecera que reivindica una de las esencias de Jerez.

Las arenas andan muy sueltas algo que padece la tracción mecánica lo que provoca no pocos atascos y pone a prueba la calidad de los vehículos pero sobre todo la pericia de los conductores en lo de saberse manejar por este terreno, que es el que es. Ni mejor ni peor que otros años, eso sí algo aliviado por los responsables de Doñana que en los lugares mas complicados esparcieron en las rodás recortes de pino para endurecerlo.

El almuerzo del Sopetón es un rengue largo en el que curiosamente favorece la creatividad gastronómica con guisos que se preparan sobre la marcha o que ya vienen medio aliñados para abrir, calentar echarle arroz y servir. Sobre esto podemos poner muchos ejemplos de lo visto ayer, desde los clásicos arroces con lo que sea, hasta las berzas, carrillás, berzas, menudos, garbanzos y por supuesto los tentempié a base de algún marisco, cada vez menos, y las insustituibles chacinas.

El viernes de camino tiene un punto de inflexión que lo señala el Palacio. Allí se paró sobre las seis de la tarde para abrevar a los animales y mirar lo que quedaba por delante: la tremenda raya o cortafuego en la que prácticamente desaparece la arboleda, que es sustituida por un paisaje de matorral bajo sólo surcado por el sendero arenoso que se extiende kilómetros y kilómetros ya que muere en el mismo Rocío. Pese a los cansino y monótono del paisaje, hay lugares de gran encanto y significado como los varias veces centenarios alcornoques que son aprovechados para algún que otro bautizo o el espacio llamado como Las Pajareras, donde anidan miles de especies de aves.

La hermandad quedó muy cerca de la Blanca Paloma, que ya en su ermita empezaba a recibir las primeras muchedumbres, en una aldea iluminada y con el bullicio propio de la romería. En Guaperal aun no se divisaba nada pero se intuía. La última noche de la ida cobra protagonismo para ir preparando la entrada y presentación.

5 Comentarios

Ver los Comentarios

También te puede interesar

Lo último