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Jerez

Una compra que obligaDesapercibidoRomería turística

No todos los días se produce la venta en bloque de las 'joyas de corona' de Domecq, todo un acontecimiento que trasciende lo meramente económico para los de aquí y que nos devuelve, guste o no, a la realidad de las finanzas: crecer en cuota de mercado a base de más concentración. La prestigiosa firma Osborne ha sido finalmente quien ha comprado ese paquete de 14 etiquetas de las antiguas bodegas Domecq, aunque a nadie se le oculta que el interés preferente iba dirigido al brandy, especialmente al Carlos I, que sitúa a la bodega portuense en una posición de privilegio en este segmento. Pero la pregunta que planea sobre el sector es ¿qué hará Osborne con el resto de las etiquetas, algunas de ellas de enorme prestigio como Botaina, Sibarita, Venerable o 51-1ª? Pues, de momento -en economía la expresión 'de momento' puede adaptarse al espacio de tiempo que ustedes quieran- no va a vender ni una sola de estas marcas pese a que su control no fuera el objetivo inicial de la operación y se les dará el tratamiento que merecen productos de tal categoría. Tampoco Pernod Ricard ha hecho estos años gran cosa por auparlas. Lo que sí se puede afirmar es que estos vinos tienen varios 'novios', algunos conocidos y otros que no han aparecido siquiera en la puja por el paquete de las etiquetas. Como reza el escudo de la casa "Domecq obliga".

Si no fuera porque grupos periodísticos como el nuestro se ocupan de organizar foros y encuentros con candidatos, muchos ciudadanos estarían completamente ajenos a que el próximo nueve de marzo también toca votar al Gobierno andaluz. Las elecciones generales, ya de por sí secuestradas por un debate económico trufado con promesas 'tómbola' de los principales candidatos, eclipsa la posibilidad de poder desmenuzar a conciencia cómo queremos ser gobernados en Andalucía. La prueba del nueve sería averiguar el interés de los ciudadanos por 'su' política convocando las elecciones sin el amparo de la enorme muleta que supone coincidir con las generales. Es una prueba que el presidente del Gobierno andaluz nunca se ha atrevido a realizar y mucho menos después del varapalo sufrido tras la escasa participación con motivo del célebre Estatuto. No es el mejor clima esa sensación de que 'el pescado está mas o menos vendido', con un PSOE recostado en la confianza de que los conservadores que deciden en Madrid no saben cogerle el punto a los votantes del Sur, con una IU con los de siempre pero tirando a menos y con una UTE andalucista que estimo no será capaz de levantar ni un adosado.

"Habrá que estar" es el comentario más escuchado de cuantos acuden a Fitur, aunque dicho en un tono más cercano al compromiso que a la bondad o el rendimiento de la iniciativa. Para empezar, la feria del turismo es un símbolo de lo que no debe recetarse al sector: el alarde de la cantidad frente a la calidad. Se repiten hasta la saciedad los miles de metros cuadrados de exposición, las cantidades ingentes de objetos de promoción repartidos entre una multitud sin conocer su verdadero impacto, los políticos -¿qué hacen tantos políticos en Fitur?- hablan de los millones de turistas que nos visitan en vez del dinero que han gastado, por no referirme a los ayuntamientos que aún prefieren gastarse una pasta en estar solos en el evento en vez de elegir la fórmula mancomunada y apostando por una oferta territorial y no aldeana.

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