“Seguimos llevando la pena dentro”
Jornadas de exilio republicano
La prima de un jerezano deportado y muerto en Austria relata la historia de la familia
Benito Bermejo desgrana la vida de los españoles en los campos de concentración nazis
Jerez/“Venga, di, dónde está Diego. Dilo ya o te mato. Te tragas este purgante y te corto el pelo”. La vida a Josefa se le iba por los poros. Cómo podía delatar al que había sido como su hijo, a quien había cuidado con tanto amor y mimo, como una madre, por encargo de su propia prima en el lecho de muerte por una enfermedad en el vientre. Pero Diego no iba a permitir que nadie matara a esa mujer, a su segunda madre. Y se entregó a los guardias.
Eran los años de la guerra, del hambre (que tantas décadas duró y que los más mayores recuerdan hoy con pavor). Es el comienzo de una huida, de dormir de día, agazapado donde fuera, y atravesar el país de noche con el único objetivo de alcanzar Francia.
Diego Pérez Núñez es uno de los seis jerezanos (de 84 gaditanos), que acabaron en campos de concentración nazis. Sus días terminaron en el castillo de Hartheim (Austria), aunque la mayoría fue a Mauthausen. A aquel lugar se le conocía como “el castillo de los horrores o centro de eutanasia nazi, donde se practicaban auténticas barbaridades”, relata el escritor y periodista Wayne Jamison, que participó ayer en el Alcázar en una nueva jornada sobre el exilio republicano, organizadas por el Ayuntamiento y la Universidad de La Sorbona, en conmemoración de los 80 años de la finalización de la guerra civil. Fue el encargado de presentar, junto a Francisco de la Rosa, al historiador e investigador Benito Bermejo, que ofreció una completa conferencia sobre la situación de los españoles en los campos de concentración alemanes.
Los padres de Diego murieron cuando él era un niño. Su madre le pidió a su prima hermana que se hiciera cargo de sus seis hijos, que no los mandara al hospicio, por favor. Es la historia de la supervivencia y de todo lo que le rodea. Diego fue creciendo, se hizo sindicalista y, claro, le persiguieron los franquistas. Detuvieron a su tía, hasta que él se entregó para que la soltaran. Por suerte, uno de los guardia civiles era primo hermano suyo, y le dejó marchar, no le pudo matar. “Vete, huye, cruza España y alcanza Francia”, le dijo.
Pepa Ramos es hija de Josefa. En su casa empeñaron hasta las sábanas. Dormían en un mismo colchón pelao, no había para comer, ni para casi vestirse. El padre, sargento, dejó el puesto horrorizado por todo lo que había visto y se metió a albañil.
“Sí, mucha hambre. Mi madre pasó muchas fatigas para mantener a esos niños y a sus hijos, nosotros. Cuando Diego cruzó la frontera le perdimos la pista. Mi madre lo buscó mucho hasta que unos hombres enchaquetados nos dijeron un día que Diego había muerto”.
Diego nació en Jerez el 17 de junio de 1919, fue deportado el 13 de agosto de 1940 y murió el 18 de diciembre de 1941. Su número fue el 3772. “Al castillo llevaban a los que ellos decían que no merecían seguir viviendo. Allí se hacían experimentos médicos con los presos, hasta que reventaban”, explica Jamison. Los otros cinco jerezanos que fueron a campos de concentración nazis fueron Manuel Carrasco Cortijo, Antonio de la Rosa Tozo, Rafael Domínguez Redondo, Salvador Linares Barrera y Lorenzo Escobar Duarte, que fue liberado.
“Mi madre me contó bien la historia porque yo nací en Jerez en 1937 y era pequeña cuando Diego llegó a casa. Éramos nueve hermanos metidos en tres habitaciones. Hoy vivimos cinco. Tiempos de hambre. Me acuerdo de todo. Mi madre lo pasó mal cuando murió Diego, era como su hijo. Me da mucha pena recordarlo y lo mal que lo pasaron también sus hermanos... La pena la llevamos nosotros también”, relata Pepa. Durante el desarrollo del acto, Pepa recibió un ramo de flores, una pequeña sorpresa que sus hijos y nietos mantuvieron muy en secreto hasta ayer.
Más de 8.000 españoles estuvieron deportados en los campos de concentración nazis, sobre todo, en Mauthausen. La mayor parte de ellos murió. “En el periodo 1940-1942, dos de cada tres personas que entraban allí morían en unos meses. Los que sobrevivieron fueron una minoría. Que murieran 2/3 partes significa que había una política deliberada de acabar con ellos. Los propios nazis llamaban al régimen de estos presos “exterminio por el trabajo”, es decir, que ya estaba todo previsto. Al cabo de los meses morían de hambre, agotamiento y porque no tenían las más mínimas atenciones médicas”, explicó Bermejo.
El investigador destacó el rasgo también de la participación de España en todo esto, “y es que el gobierno franquista sabía que ya había españoles que estaban siendo enviados a estos campos. Nos consta también que no hay una reacción de protección hacia estas personas. El español más joven que entra en Mauthausen tiene 14 años en 1940, es decir, que cuando sale de su pueblo en el 36 tiene 10. Hay bastantes ejemplos de o porque eran muy jóvenes o muy mayores no habían hecho la guerra de España pero sin embargo acabaron allí. Y esto también se sabía en Madrid. De hecho, en alguna ocasión los alemanes preguntaron a Franco qué hacían con estas personas. No hubo respuesta, su país no les protegió, ni aún habiendo menores a los que no se les podían imputar nada”.
Las jornadas continuarán hoy, a las 20 horas, en el Alcázar con la conferencia ‘Chaves Nogales: Informar a la intemperie’ de María Isabel Cintas. Presentará el periodista Pedro Ingelmo.
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