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El exilio jerezano de las hermanas Comella

La muerte de fidel castro

Llegaron desde su Cuba natal poco antes de revolución. María Teresa y Asunta nunca pudieron volver a su país. "Mi madre querría ahora una Transición como la española".

Aurelia Romero, hija de Teresa Comella, sostiene una foto de su familia cuando residía en La Habana. / Manuel Aranda
Pablo Fdez. Quintanilla

Jerez, 29 de noviembre 2016 - 02:05

El cantautor Carlos Puebla dedicó una de sus más famosas composiciones al fin de la dictadura de Fulgencio Batista, aquel a quienes los barbudos de Sierra Maestra arrebataran el poder el 1 de enero de 1959. "Se acabó la diversión, llegó el Comandante y mandó a parar", decía el estribillo. Fidel Castro, cuenta la historia, derrocó un régimen para imponer otro. Ciertamente, la corrupción de Batista finalizó, pero igual que paró aquella diversión (una extendidísima corrupción de la oligarquía batistiana), la economía cubana sufrió un golpe del que nunca se repondría. El menorquín Juan Comella, que llevaba desde casi principios de siglo en aquella islita del Caribe importando comida y bebida, marchó al exilio porque "a medida que se dio cuenta de que Fidel era comunista, vio que no tendría forma de continuar con sus negocios", cuenta su nieta Aurelia Romero.

Comella conocía Jerez porque vendió muchísimas botellas de sherry durante los años en los que Cuba era algo así como un casino 'yankee', un paraíso al Sur de Florida. Solía llevarse a sus viajes comerciales a alguno de sus 17 vástagos. En una parada en Jerez, su hija Asunta se enamoró del hijo del alcalde, José Manuel Delage. Se casarían en La Habana, pero se establecieron en Jerez. En otro de esos viajes, poco antes de que la Revolución se adentrase en La Habana, volvió a la ciudad acompañado por otra hija, María Teresa.

En vista de que la situación en Cuba era cada vez más dura, Juan Comella le recomendó que se estableciera por un tiempo en España. Pero, cosas de la tierra, se enamoró del pediatra que atendía a los bebés de su hermana Asunta, el doctor Dionisio Romero. Es probable que ninguna de las dos supiera que jamás volverían a ver amanecer en el Malecón, pues ambas fallecieron hace pocos años. La última vez que la familia se reunió, a medias, fue en Jerez, donde el matrimonio y varios de sus hijos se reunirían a inicios de los 60, hasta que todos se desperdigaron para buscarse su vida. Juan Comella y su mujer se reritarían en Menorca, donde fallecieron.

"Yo le decía que no odiara a Fidel, que gracias a él estábamos sus hijos en el mundo, porque si no fuera por la Revolución, ella se habría casado con un cubano", explica Aurelia, hija de María Teresa. Esta casualidad es la única que le permitía a su madre hacer un balance 'positivo' del castrismo. "No se alegraría de su muerte porque mi madre era religiosa. Ella querría para Cuba una Transición como la española con la muerte de Fidel. Muchos piensas que los que están en contra de la Revolución eran pro Batista, pero en aquella casa, incluido mi abuelo, querían un cambio, lo que pasa es que no el que trajeron los comunistas", relata.

A su llegada a España a finales de los 50, se encontró un país "mucho más atrasado. Piensa en cómo era Jerez entonces, una ciudad muy cerrada. En Cuba ella había estudiado en la Universidad y conducía su coche. En Cuba tenía un televisor a color cuando aquí aún no había teles". En su casa siempre se mantuvo esa herencia cubana. "Escuchaba música cubana y hacía comida de allí. El cubano, sea lo que sea, siempre mantiene su identidad, orgulloso de nacer donde lo hizo". En los años posteriores a su llegada, trató de ayudar a aquellos que se establecían en Jerez. "Llegó a avalarle un piso a una exiliada".

José Delage es primo de Aurelia e hijo de Asunta. Cuenta que su madre sintió mucho la Revolución. "Recibía cartas de Cuba tachadas por el régimen castrista, censuradas. Mandaba regalos junto a sus cartas y nunca llegaban. Les pedían, por ejemplo, medias de nailon, porque se dejaron de ver por La Habana. Llegado un momento, esas personas a las que escribía le pidieron que dejara de enviar cosas porque se quedaban por el camino".

Él mismo, hasta hace unos años, no se habría pensado viajar. "Mi tía María Comella, que residió en Madrid y fue una de las fundadoras de las colonias de cubanos en España, y que fue recordada el otro día frente a la Emabajada Cubana por los exiliados, me enseñó un registro que pertenecía al gobierno castrista en el que aparecía mi nombre como hijo de exiliada. Nos tenían controlados por si decidíamos volver", remacha.

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