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David López Canales | Escritor

“En un país tan distinto surgió un amor por el flamenco increíble”

  • El libro 'Un tablao en otro mundo' nos acerca al Japón de hace 50 años y la llegada de los primeros artistas flamencos, muchos desde Jerez

Debut en el tablao sevillano de Los Gallos de la bailaora Yoko Komatsubara en los años 60.

Debut en el tablao sevillano de Los Gallos de la bailaora Yoko Komatsubara en los años 60.

Desde hace décadas, Japón es para muchos artistas flamencos un lugar atractivo. Cuentan algunos de ellos que además de obtener una buena cantidad económica por giras concretas, disfrutan de una cultura y un trato admirable en muchos casos.

Pero este tránsito de ida y vuelta, porque en los últimos años la presencia de artistas japoneses en España y concretamente en Jerez también es fluida, ha querido ser rescatado, a modo de publicación, por el periodista David López Canales a través del libro ‘Un tablao en otro mundo’ (Alianza Editorial).

Es un hecho que desde hace 50 años todos los flamencos han tenido la oportunidad de estar en Japón. Por es razón tenía ganas de recorrer todas esas experiencias, porque no estaban contadas como tal y eran muy curiosas al ser un choque de mundos. Nada hacía prever que en un país tan lejano y tan diferente como Japón se desatase ese amor por el flamenco”, asegura el autor.

Hasta ahora, los aficionados y amantes del flamenco conocían, al menos de oídas, la historia contraria, es decir, de aquellos japoneses que en viajes interminables cruzaron toda Asia para llegar a España, casos del maestro Shoji Kojima, especialmente vinculado a Jerez y su Festival, y las bailaoras Yoko Matsubara y Yasuko Nagamine. Aunque su periplo “también lo cuento en el libro porque es llamativo cómo tres japoneses como ellos se plantan en la España de la dictadura y en un mundo tan cerrado como el del flamenco para aprenderlo, algo que al final consiguen”.

En este libro el autor analiza ahora la perspectiva contraria y lo hace “sin profundizar en el flamenco, porque no soy un experto en el flamenco ni tenía ganas de hacer algo muy académico. Yo quería que fuese un libro que lo pudiera leer cualquiera, el que le gusta el flamenco y el que no e incluso al que no le guste aprenda un poco. Quería un libro muy vivo y me he dedicado a entrevistar a todos esos artistas que han pasado por esa experiencia”.

“He intentado destacar no sólo a dónde iban sino de dónde venían, porque eran artistas que venían de la exclusión social y acaban en otro mundo ganándose la vida en un país desconocido”, añade.

Todo comienza “en una gira muy famosa que hace la compañía de Pilar López, donde está Antonio Gades, en el año 1960. Allí les ven bailar muchos japoneses, entre ellos Kojima y Matsubara, y quedan impactados. Aunque realmente el impacto mayor comienza a finales de los sesenta cuando empiezan a abrir los tablaos y es cuando se inicia el flujo”.

Manuel Malena, Rocío Romero y Emilio Maya, a la derecha, españoles instalados en Japón. Manuel Malena, Rocío Romero y Emilio Maya, a la derecha, españoles instalados en Japón.

Manuel Malena, Rocío Romero y Emilio Maya, a la derecha, españoles instalados en Japón.

En todo este recorrido por décadas, David López reconoce que lo que más le ha llamado la atención es “el limbo en el que se quedaron tanto los artistas españoles que fueron allí y se han quedado instalados, como los japoneses que vinieron aquí. Los españoles que se han quedado allí, siguen tratando de hacer su vida flamenca con los españoles que hay allí dentro de ese Japón que no tiene nada que ver con esa vida flamenca, y los japoneses, en cambio, que venían aquí, les cambiaba la vida literalmente, porque aprendían a expresarse, a emocionarse, y luego, cuando volvían a Japón se les hacía muy duro, sentían que estaban en una cárcel en aquella sociedad tan reprimida. Por eso a veces volvían, pero luego en España no acababan de estar integrados porque no dejaban de ser los ‘chinos’, de ahí ese limbo en el que se han quedado ambos”.

Las historias de artistas españoles en Japón están cargadas de anécdotas y pequeños mitos que se han ido trasladando hasta nuestros días, como por ejemplo, cómo vendían guitarras a precio de oro o arena en un frasco diciendo que era de la plaza de la Maestranza o las Ventas. Sobre ello, López Canales admite que “son totalmente ciertas. Durante años se estafó a los japoneses. Había cosas que eran buenas, como por ejemplo las guitarras, que llegaban a venderlas por adelantado, es decir, se pactaba un precio cuatro o cinco veces más del real para cuando el artista se marchara. Pero claro, también estaba el engaño, producto de la situación que vivían en España. Por eso quizás los japoneses hoy día son muy recelosos y ahora son ellos los que aprietan a los flamencos”.

El perfil del artista que viajaba hace cincuenta años “era de todo tipo. Por un lado estaban grandes figuras como Gades o Paco de Lucía que iban a otros espacios, pero a los tablaos iban artistas más humildes. Está claro que algunos, como el caso de Cristina Hoyos o Pepe Habichuela, se han convertido posteriormente en figuras, pero la mayoría eran anónimos o desconocidos para el público”.

En ese universo aparecen jerezanos como “Enrique Pantoja que vivió dos etapas, una con Gades y otra en los tablaos, Diego Vargas, que también acudió en muchas ocasiones a Japón, Vicente Soto, El Gómez de Jerez o incluso el caso de Álvaro Aguilar que se quedó instalado y murió allí”.

“Actualmente se siguen yendo, pero claro, ya se van un mes o un mes y medio. Y algunos como el caso de Manuel Malena se han quedado allí”.

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