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Dimite el presidente de la CSU tras el derrumbe en las urnas de Baviera

  • Erwin Huber, socio de Merkel, anuncia que no se presentará a la reelección en el congreso extraordinario del partido · La decisión catapulta al renovador Horst Seehofer, ministro del Gobierno de la canciller

La Unión Social Cristiana de Baviera (CSU) reaccionó a la debacle electoral sufrida el domingo con una purga, cuya primera víctima fue su presidente Erwin Huber, lo que catapulta hacia la cúpula al renovador Horst Seehofer, ministro del Gobierno de Angela Merkel.

El mismo Huber que el lunes, con rostro compungido, descartaba en conferencia de prensa una "dimisión fulminante", comunicó ayer lacónicamente que no se presentará a la reelección en el congreso extraordinario de la CSU, el 25 de octubre.

"Pongo mi cargo a disposición del partido y con ello quiero darle la oportunidad de un nuevo comienzo en la cúpula", dijo Huber, quien deja el liderazgo de la formación hermanada a la Unión Cristianodemócrata (CDU) de Merkel, un año y un día después de su elección en el congreso del 29 de septiembre de 2007.

Poco después, Seehofer compareció ante las cámaras y anunció su candidatura al cargo "por segunda vez", en alusión a la derrota sufrida un año atrás frente a Huber. Su propósito es devolver a los bávaros "la confianza en la CSU", identificada con "la cohesión y las especifidades bávaras".

Del calendario de "reflexión profunda" anunciado el día anterior por Huber, hasta el congreso del 25, se pasó a la acción.

El dimisionario líder trató aún el lunes de repartir culpabilidades en la derrota y reprochó a la CDU de Merkel haberles dejado en la estacada en temas de campaña para la CSU.

A Huber se le daba por políticamente muerto desde que los sondeos empezaron a perfilar una pérdida de la mayoría absoluta.

La realidad de las urnas fue más dura con Huber que los sondeos, que le auguraban entre un 49 o un 46%. La CSU acabó en las elecciones del domingo rebajada al 43,3%, una humillación respecto al 60,7% conseguido en 2003 por el retirado Edmund Stoiber.

Huber dejará el puesto, mientras que el primer ministro, Günther Beckstein, el otro puntal en el tándem sucesor de Stoiber, desmintió a un medio bávaro que afirmaba que seguiría su ejemplo.

Al desmentido de Beckstein ayer puede sucederle lo mismo que al de Huber de el lunes, al negar una dimisión fulminante.

El puesto de Beckstein no estaba en discusión hasta las elecciones, puesto que los analistas consideraban que si alguien debía temblar era Huber. Claro que por entonces se contaba con una posible pérdida de la mayoría absoluta que tenían desde los 60, pero no con una caída de votos de 17 puntos.

Hasta el congreso del 25 de octubre pueden ocurrir aún bastantes cosas. A la dimisión de Huber se sumaron ya las de la secretaria general del partido, Christine Haderthauer, así como del ministro del Interior, Joachim Hermmann, según medios bávaros.

Las prisas por renovar las estructuras, a favor del renovador Seehofer son un reflejo tardío de la crisis yacente en la formación y que en su momento se pretendió tapar con parches.

Seehofer fue derrotado por el tándem Huber y Beckstein, pero dejó claro entonces que no renunciaba en su empeño de tomar las riendas del partido y entretanto fue ganando simpatías, en parte porque se evidenció que llevaba razón su tesis de que la CSU no puede quedarse anquilosada en el pasado.

Por mucho que ahora se hable con nostalgia de la era Stoiber como garante de solidez, éste se vio forzado a dejar sus dos cargos -jefatura de la CSU y del Gobierno bávaro- porque sus herederos tenían prisa por sucederle.

Stoiber aspiró a canciller federal en el 2002, pero fue derrotado por el socialdemócrata Gerhard Schröder y se quedó en Baviera. Lo mismo le ocurrió en 2005, al rechazar la posibilidad de convertirse en ministro bajo Merkel. La CSU empezó a impacientarse, pero se optó por una solución que no resolvió la crisis, sino que la perpetuó en el tiempo.

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