N O es nueva en estas páginas la obra de Sylvain Marc. El escultor francés afincado desde hace mucho tiempo en La Línea es uno de nuestros más ilustres artistas y, además, una persona llena de entusiasmo y con muchos valores - los humanos por encimas de casi todos -. Una vez más lo traemos al Diario por una exposición que nos sitúa en los buenos registros de un escultor con mayúsculas cuya obra refleja, sin distorsiones, lo que ha sido la gran escultura de siempre.

La exposición sevillana nos conduce por un nuevo capítulo de esa realidad plástica que Sylvain domina a la perfección y que sintoniza con la mejor escultura que se ha hecho desde las vanguardias históricas - aunque hay que decir que, desgraciadamente, esta modalidad artística no ha tenido un reflejo como lo han tenido otras tendencias -. El artista nacido en Commercy nos envuelve, en primer lugar, de sabiduría técnica. No es fácil encontrarse un escultor que sepa lo que hace y con esa solvencia que encontramos en la obra del que nos ocupa. Sylvain es escultor en el término más absoluto; él esculpe la piedra directamente, le extrae todos sus argumentos artísticos y deja muchos resquicios para que, la propia obra, suscriba importantes evocaciones presentidas. Por eso nos encontramos con obras que nos retrotraen a lo mejor de la escultura, a la esencia de Brancusi y de Arp, y que Sylvain Marc abre caminos para los máximos y mejores encuentros.

La escultura que se expone en la galería Birimbao sigue manteniendo el compromiso plástico y artístico que siempre ha acompañado a este artista; continúa por las sendas de la sugerencia, de la realidad presentida, de esos matices, llenos de calidades que argumentan una obra preñada de belleza externa e interna. La obra de Sylvain siempre ha navegado entre lo ausente y lo presente; unas ausencias que se resuelven con esas bellas evocaciones donde la sutileza anida con emoción expectante, y, al mismo tiempo, unas presencias que suscitan acertados postulados artísticos y que dejan entrever dulces situaciones donde se posiciona la más absoluta emoción artística.