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Cultura

Bill Viola y la dimensión espiritual de la imagen

  • Su obra, tras el triunfo de 'Tristán e Isolda' en el Real, puede admirarse en la Real Academia de San Fernando.

No hay pistas, no hay itinerarios marcados. Es fácil desorientarse pero lo único cierto es que en el camino a la meta todo lo que el visitante encuentra son obras maestras de la pintura antigua, sobre todo española. De pronto, una multitud boquiabierta indica que se ha llegado al destino deseado. En una pequeña estancia, un vídeo muestra cómo cinco hombres, muy próximos entre sí, van siendo poseídos por una intensa emoción que se contagia rápidamente al espectador. La belleza de ElQuinteto de los silenciosos (2000), una de las piezas de mayor formato de la exposición del videoartista estadounidense Bill Viola que acoge hasta el 30 de marzo el Museo de la Academia de Bellas Artes de San Fernando, en Madrid, no sería tan impactante si no la flanquearan los lienzos San Jerónimo penitente de José de Ribera y Cristo recogiendo sus vestiduras de Alonso Cano.

Para muchos visitantes, atraídos por el poder de convocatoria de uno de los más influyentes artistas contemporáneos, tal vez será éste su primer contacto con las soberbias colecciones artísticas del número 13 de la calle de Alcalá, sede de una pinacoteca cuyos fondos del Barroco español sólo supera el Prado en la capital; cuyas obras desatan la admiración y deslumbran con su abundancia: Murillo, Zurbarán, Ribera, Cano... No faltan El Greco, Arcimboldo, y en un lugar especial, Goya, junto a cuyas pinturas cuelga Rendición (2001), uno de los cuatro trabajos incluidos en Bill Viola en diálogo, la muestra que ha reabierto las salas de la Academia al siglo XXI y que apuesta por la emoción para establecer paralelismos entre estas videocreaciones y las lecciones pictóricas de los grandes maestros. Porque en estas imágenes de Viola inspiradas por la dimensión espiritual (más que por la forma visual) de la pintura antigua se puede apreciar cómo se construyen y cómo respiran las obras de arte.

Este proyecto ideado por Jordi Teixidor e Idoia Fernández ha coincidido hasta hoy -cuando tendrá lugar la última de las ocho representaciones- con la ópera de Wagner Tristán e Isolda en el Teatro Real, que ha ofrecido el montaje que incluye la célebre instalación de vídeo de Bill Viola y la dirección escénica de Peter Sellars. Una hipnótica propuesta con las voces de Violeta Urmana y Robert Dean Smith en los roles principales que -con todas las entradas agotadas- se ha convertido en el primer éxito con mayúsculas de Joan Matabosch al frente del Real.

El sufrimiento de esa pareja wagneriana de enamorados que anhela en la muerte su redención no deja de presentar paralelismos con otras obras de Bill Viola en diálogo. Así ocurre con Dolorosa (2000), un díptico con bisagras donde un hombre y una mujer aparecen presos de un dolor insoportable y derraman a cámara lenta y por separado lágrimas que se antojan infinitas mientras, a su lado, el rostro desencajado y afligido de la Virgen tallada por Juan de Mena no invita, precisamente, a la esperanza.

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