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Londres, Sevilla y la adaptación al medio

Mortero bastardo

Jerez, 28 de mayo 2014 - 05:00

Desde antiguo, la relación que une al hombre con la arquitectura no es una cuestión solo de estilo o de forma de vida sino que, dependiendo de donde se pretenda levantar un edificio, las características de este deberán ser unas u otras. Es algo que hemos aprendido a través de la observación y, sobre todo, del estudio de la historia de la arquitectura. Ciertos particulares pueden resultar muy llamativos, más aún cuando uno se encuentra de viaje fuera del ámbito donde normalmente se mueve.

Eso ocurre, por ejemplo cuando se visita Londres, donde aparte disfrutar con las fantásticas creaciones arquitectónicas y artísticas del que, seguramente, es uno de los centros culturales más importantes del mundo, llaman poderosamente la atención las diferentes maneras que tiene la arquitectura de afrontar el problema de la luz.

Esta es un bien muy escaso en todo el norte de Europa, ya sea por la cantidad de días sin sol al año o por las pocas horas en las que hay luz solar. Es fácil imaginar que a la hora de proyectar una nueva construcción, su iluminación natural sea uno de los asuntos más importantes a tener en cuenta.

La luz juega un papel fundamental en cada edificio de la ciudad, ya se trate de la cocina de una casa privada, de la nueva ala de la National Gallery o de un pub de los miles que pueden encontrarse en la ciudad. La solución en la mayoría de los casos es agradable aunque llamativa para alguien proveniente del sur de europa. Es extraño encontrarse tomando un café en Oxford Street y tener la sensación de estar en el escaparate de una tienda; del mismo modo la relación que se crea entre interior y exterior es completamente diferente a la que tenemos en el sur de España, donde la influencia de la cultura islámica aún persiste. Los conceptos dentro y fuera son diametralmente opuestos entre ellos.

Pero claro, también se da el caso contrario, cuando el arquitecto no conoce el lugar donde se construirá su edificio, son muchos los ejemplos, como el de la iglesia de San Luis de los Franceses de Sevilla, diseñada por el célebre Leonardo Figueroa, que no debió visitar el solar donde se levantaría tan monumental edificio, con el resultado de que su magnífica fachada barroca apenas se puede apreciar en la estrecha calle San Luis, al igual que de su cúpula apenas se intuye el remate final. Esto sigue sucediendo hoy en día, cuando ciertos arquitectos convertidos en estrellas reproducen una y otra vez su obra en cualquier parte del mundo, sin pararse a pensar en la relación que se establece entre su creación y el lugar al que está destinada.

Ramón González de la Peña Gil, licenciado en Historia del Arte.

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