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"Me gusta, como a mi padre, navegar por todos los mares"

Chucho Valdés. Pianista

El veterano pianista cubano, una de las grandes figuras del jazz de raíz afrocubana, ofrece esta noche en el Lope de Vega un recital de piano solo.

El pianista Chucho Valdés, de 74 años, en una imagen reciente en su domicilio de Benalmádena.
Francisco Camero Sevilla

26 de enero 2016 - 05:00

Dionisio Jesús Valdés Rodríguez, Chucho Valdés, estuvo hace poco de visita en Sevilla, para los días de fin de año, y se volvió "loco ante tanta belleza, y tan española", dice, porque pese a que ha actuado varias veces en la ciudad, nunca había tenido tiempo de recorrerla a pie tranquilamente. Hoy, el gran pianista cubano regresa de nuevo, esta vez para ofrecer un concierto de piano solo -su formato favorito, porque le permite, dice, "ser a la vez el solista y el director"- en el Lope de Vega.

El concierto estará más o menos centrado en su último disco publicado, Border-Free (2013), en el que el músico, haciendo honor al título (Sin fronteras) y a la concepción de la música de la que siempre ha hecho gala, trepa con sus teclas por encima de cualquier muro para llegar a una música mestiza que se alimenta tanto del hard-bop como de Bach y Rachmaninoff, pasando por la música ritual de los Orishas e incluso algún guiño al flamenco y a la música de los Gnawa de Marruecos.

Pero sobre todo estará guiado, el concierto, por el estado de ánimo que surja sobre el escenario: "Tocaré esas piezas de composición propia, sí, y algún standard de jazz, pero sobre todo improvisaciones porque trato siempre de cambiar. Puedes venir a cinco conciertos míos, y ninguno se parecerá entre sí, te lo puedo garantizar. Generalmente suelo tocar Autumn Leaves, My Foolish Heart o Bésame mucho y algún tema de Bebo, mi papá, eso en cuanto a los standards, pero lo que más me gusta es tocar lo que se me va ocurriendo, por eso no me gusta hacer programas, para poder ir libre de toda premeditación y dejarme llevar por la atmósfera de cada actuación. Hace poco, por ejemplo, me dieron ganas de repente de volver a un tema que llevaba más de 20 años sin tocar, y oye, por qué no, me atreví a hacerlo. Esa frescura y esa libertad es lo que busco en la improvisación", explica el músico, ganador de ocho Grammys, muchos de ellos en la modalidad de Música Latina, lo cual no disgusta al pianista, aunque hay algunos matices importantes.

"A mí me tienen encasillado como pianista latino y es cierto que toco jazz afrocubano, pero también otras cosas. Llevo toda la vida paseándome por distintos géneros. Recientemente he hecho un concierto para piano y orquesta con Leo Brouwer y varios para dos pianos junto a Lang Lang [uno de los pianistas de moda en el panorama internacional] con repertorio exclusivamente clásico. Eso es lo que me gusta hacer y lo que he hecho siempre aunque exista ese encasillamiento. De hecho, durante este año y el próximo he decidido que únicamente voy a tocar conciertos de piano solo o sinfónicos, con la excepción de los conciertos que haré con el quinteto de Joe Lovano, que es un saxofonista lo suficientemente importante como para no ponerme yo tan quisquilloso", dice el pianista entre risas.

"Mi rechazo a las etiquetas y fronteras se lo debo en primer lugar a mi papá, que fue un señor que navegó por todos los mares y eso es lo que a mí me gusta también. Él me inculcó esa manera de sentir la música, tan cerca de Mozart como de Duke Ellington o la música popular latinoamericana. Yo estudié de chiquito piano clásico, pero en casa él me enseñaba jazz y cuando salía a la calle en el barrio había una raíz muy fuerte de música africana, la música de la santería, de los yoruba, todo eso".

Chucho Valdés responde al teléfono en su casa de Benalmádena, a donde se mudó -la historia es bien conocida- hace seis años, cuando su padre aún vivía, para estar cerca de él y "recuperar el tiempo perdido" después de que pasaran casi 20 años sin ningún tipo de contacto y otros tantos en los que sólo hubo algún encuentro esporádico debido a la salida del padre de Cuba y a sus diferencias políticas. Aquel reencuentro quedó rubricado discográficamente en Juntos para siempre, un álbum que ambos grabaron en 2008. "Bebo fue y sigue siendo una inspiración, mi guía, el mejor maestro del mundo", dice Chucho, que ha colaborado con muchos de los más grandes del jazz, desde Dizzy Gillespie a Herbie Hancock, desde Chick Corea a Max Roach, pero siempre, dice, por encima de todo, procuró "estar a la altura de su padre", y por eso "nunca" le molestó, "sino al contrario", ser hijo de.

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