En julio de 1898, la flota norteamericana hundió la escuadra del almirante Cervera en la bocana de Santiago de Cuba poniendo así fin a cuatro siglos de imperio español. En marzo de 2024, el Partido Socialista Obrero Español, con la complicidad de terroristas y sediciosos enemigos de la patria, ha dinamitado la nación española. Como tributo al enemigo le han ofrendado el olvido de sus crímenes y la criminalización de sus mártires.

Ya ocurrió a principios del XIX con los malditos libertadores de Hispanoamérica. Una colección de oligarcas criollos, en su mayoría militares españoles, que se vendieron a Inglaterra para reemplazar el dominio español del comercio internacional a cambio privilegios por el descuartizamiento de los virreinatos y de la condena de sus pueblos a un subdesarrollo que todavía continúa y del que, lógicamente, siguen culpando a España después de doscientos años. En este sedicioso escenario fueron los indígenas los que se alistaban para defender al Rey, sabedores de que el monarca les había respetado sus costumbres y privilegios, pero que estos criollos los pasarían a cuchillo, como así ocurrió. Las mayores matanzas de indios hispanos se produjeron con esos libertadores (Bolívar, San Martín, Miranda, Artigas, Sucre..., y demás traidores).

Ahora ha vuelto a ocurrir, y lo que en tiempos fue un partido político nacional y de progreso, se ha convertido en adalid del nacionalismo racista, dinamitero de la nación y pelele de la ensoñación independentista de una minoría racista y megalómano que los tiene cogido por semejante parte.

Como jerezano imploro que no nos toquen el Reino de Sevilla o, lo que es lo mismo, una Castilla Novísima en la que seguir disfrutando de la filosofía griega, el derecho romano y la religión de Tierra Santa. Pero tal cual van sucediéndose los acontecimientos, en una nación sin patriotas y en una patria sin ejército, la probabilidad de acabar mirando a La Meca se antoja como triste final. Quizás, lo del jamón serrano, sea lo que peor se lleve...