Análisis

Joaquín Aurioles

Desarrollo local, nuevos enfoques

El precio de la vivienda y la escasez de las mismas en grandes ciudades, como Madrid, provoca la proyección de la dinámica de sus economías hacia zonas limítrofes. Añadamos el problema de la contaminación y el de otros abastecimientos básicos, como puede ser el caso del agua en determinados lugares, y entenderemos que, frente a la fortaleza de los impulsos centrípetos a la concentración de personas y actividades productivas en el pasado, aparecen otras fuerzas centrífugas con características de oportunidad para espacios rurales afectados por despoblación.

La teoría clásica de la localización industrial postulaba que las decisiones de localización empresarial eran racionales y estaban influenciadas por la proximidad a los mercados o a los yacimientos de materias primas. Eran las principales “restricciones locacionales”, pero no las únicas. Las mayores urbes del planeta surgen en torno a la confluencia de diferentes sistemas de transporte (marítimo, ferrocarril o carreteras) y las economías derivadas de la proximidad a otras empresas, denominadas de aglomeración, resultan de gran relevancia para explicar la obstinada concentración de inversiones en unos lugares y el sistemático rechazo de otros. Durante la segunda mitad del pasado siglo se puso el énfasis en otros factores de dinamización local bautizados como endógenos. Entre ellos algunos tan prosaicos como la tradición o la cultura emprendedora, como en Puente Genil o Lucena, por citar alguno de los casos más estudiados en Andalucía.

Las nuevas tecnologías y la globalización han alterado las reglas y los procesos de deslocalización industrial, especialmente en actividades intensivas en mano de obra y con mayor impacto ambiental, han obligado a modificar la perspectiva del desarrollo local. El objetivo sigue siendo la mejora del bienestar de la población, es decir, la garantía de cobertura de las necesidades básicas, pero la cuestión de fondo es si conformarse con que los recursos para financiarlos sean transferidos desde otros lugares o aspirar a que sean generados localmente. La primera opción es legítima, pero probablemente no impida el progresivo abandono de la población. La segunda es compleja y de difícil implementación.

La crisis económica y la pandemia señalaron los riesgos de la globalización y la posibilidad de esquivar el coste de la aglomeración con el teletrabajo. Los mercados siguen siendo importantes, así como las fuentes de materias primas e intermedias y de energía, pero la moderna industria logística altera de manera definitiva las opciones de localización empresarial. Por su parte, la aspiración a formas de vida saludables y completas abren un amplio conjunto de posibilidades para la promoción de zonas rurales afectadas por despoblamiento. Plantean nuevas exigencias relacionadas con la oferta de equipamiento educativo y sanitario, accesibilidad y movilidad y la conservación de la naturaleza y el patrimonio, que la mayoría de los ayuntamientos no está en condiciones de satisfacer con sus medios. La oportunidad, sin embargo, está ahí, donde las tecnologías y las redes parecen decir que todas las aspiraciones imaginadas pueden ser acogidas.

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