Ugual que hay santos que pasan desapercibidos como un tal Dionisio Aeropagita, hay otros que son trending topic universales. San Fermín y los sanfermines tienen ese calificativo y además los navarros defienden a su patrón y lo celebran sin escapar a otras ciudades. Los dos santos ni eran hermanos ni se conocían pero, en fechas como las de hoy es cuando se ven las diferencias entre los santos, las santas, las personas y los pueblos. Las diferencias vienen dadas en la genética, en la antropología y en la socialización del discurrir de las civilizaciones. Aunque Jerez esté presente en Pamplona estos días con varias ganaderías y los toros de lidia de nuestra zona sean muy valorados en los encierros, lo cierto es que, en cuanto a la fiesta del toro, estamos a años luz.

Con independencia del debate animalista y sabiendo la economía que mueve, no dejamos de ser ciudades muy alejadas y ni siquiera hermanadas. Los encierros por aquí son más bien de caceroladas y altavoces. Las corridas son una excepción. La plaza de toros un solar infrautilizado a la espera de edificación. Y la afición, como el Guadiana, pero cada vez más seco. Porque en lo del hermanamiento Jerez también es muy peculiar. Está hermanada con muchas ciudades europeas, mejicanas y hasta japonesas, por el brandy, los caballos, el flamenco, el vino y el tequila, más que por otros nexos de unión. No sabemos en que redunda por estos lares y tampoco hay mucha conciencia en la comarca. Muchas ciudades tienen a bien mejorar sus vínculos recíprocamente para beneficio común, pero aún está por ver quién sabe dónde está Arles, Biarritz o sus glorietas, o de lo de las cuitas con Cognac o los negocios con Zacatecas. Pero claro, hablar de hermanamientos por aquí es peligroso porque con lo que se cuece entre las hermandades, entre los caseteros, los diferentes equipos de fútbol y demás diferencias del sentido común, ya tenemos bastante.