Hoy se presenta con toda la parafernalia la Agenda 2050, supuestamente, el gran proyecto de futuro para España. Un sinsentido. Un sinsentido porque prepara la España de dentro de 30 años, que sabe dios cómo será el mundo dentro de 30 años. Un proyecto sobre digitalización, sostenibilidad, educación, energía… que sabe dios cuáles serán los avances en esos campos de aquí a cinco o diez años y, por tanto, es poco creíble que se puedan promover iniciativas con unos conceptos, los actuales, que tienen fecha de caducidad. Trabajar para el futuro, sí; presentar cómo se está planificando ese trabajo, no se sostiene excepto si se busca un efecto propagandístico.

Da la impresión de que Pedro Sánchez se ve necesitado de impulso … y de impulsar a su jefe de gabinete. Tanto el presidente como Iván Redondo han salido muy mal parados de las elecciones madrileñas. Ellos son los responsables de la elección de Gabilondo y de obligarle a seguir una campaña equivocada que además desacreditó a un candidato que tenía crédito. Pero es agua pasada. Hoy, lo que importa es la crisis con Marruecos.

Mohamed VI pasa factura por las declaraciones de Iglesias sobre el Sahara que no corrigieron ni Sánchez ni la ministra Laya, y también por la torpeza incomprensible de acoger al líder enfermo del Polisario sin acordarlo previamente con Rabat. Sánchez y Laya han quedado bajo las patas de los caballos al dar pie al rey marroquí para dar una satisfacción a su pueblo promoviendo la invasión de Ceuta por unos miles de candidatos a inmigrantes y, sobre todo, para recordar la eterna reivindicación de Marruecos sobre las plazas españolas en el norte de África. Una situación muy delicada que todos los gobiernos han manejado hasta ahora con la máxima prudencia hasta que la coalición de Sánchez e Iglesias puso todo patas arriba.

Sánchez, poco amigo de la autocrítica, arremete ahora contra Casado acusándole de falta de lealtad. El desleal hacia España es él, que no ha cuidado las relaciones con un vecino capaz de provocar un conflicto muy grave a España y que, además, está deseando hacerlo. Como ocurría con su padre, pero en Moncloa había gobernantes que supieron manejar a Hassan II primero y a Mohamed VI después, con la ayuda inestimable de los reyes españoles. Pero Sánchez, que se sepa, no ha acudido a don Felipe, y si lo ha hecho ha sido tarde. Sin embargo, lo peor es que ha dejado a su aire a una ministra de Exteriores que ha demostrado sobradamente su incompetencia.

Nos viene ahora con la Agenda 2050. ¿A quién pretende vender que esa agenda será la salvación de España?

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