Manuel Barea

Algoritmo, acaba tú que yo no puedo

Un día en la vida

El algoritmo es el rey. Como ha pasado con la sinfonía de Schubert, ya no habrá polvo inacabado

08 de febrero 2019 - 01:40

Le han metido un algoritmo a la Sinfonía Nº 8 de Schubert, la Inacabada, y la han terminado. Lo ha hecho Huawei. Al parecer, el nombre de la compañía china significa en castellano algo así como un "acto espléndido", algo magnífico. Si existe el más allá alguien debería organizar una güija, pero puesta al día, tecnológicamente avanzada, con un holograma, por ejemplo, y preguntarle al compositor su opinión acerca del trabajo del robot. "Hey, Franz, ¿qué te parece? ¿Ha sido espléndido? ¿No es magnífico que hayan terminado lo que dejaste a medias?". No sé si los vieneses de la época de Schubert se ciscaban en los muertos de otro, pero me da que pensar que el virtuoso dejaría de ser esto por un instante y su espectro, furioso, lo haría. Pero al algoritmo le daría igual el humanísimo (aunque fantasmagórico) insulto, no tiene difuntos. Tampoco descendientes. Son máquinas con obsolescencia programada. Y sin alma.

Pero no debemos caer en el tremendismo. Esto de los algoritmos va a salvar a muchas parejas en crisis. Aunque arruinará a los abogados matrimonialistas y a los expertos en relaciones conyugales y, en definitiva, a todos los que sacan tajada de las rupturas sentimentales. El dúo amoroso con problemas pondrá un algoritmo en su vida y desaparecerán tanto el gatillazo como la disforia postcoital, y la eyaculación precoz, la laxitud, el afloje, la desgana y ese inesperado dolor de cabeza quedarán fuera de la alcoba. El jes extender devendrá en pieza de museo y la viagra en una pirula caduca e innecesaria. Los emprendedores que descubran las posibilidades empresariales del algoritmo sexual saltarán de su condición de start-ups para irrumpir en la lista Forbes y su industria arramplará con los beneficios que hasta la fecha ha estado amasando el viejo mercado de artilugios analógicos y de estimulantes y estimuladores fabricados a rebufo de aquella ya tan lejana (y anticuada) revolución sexual. El algoritmo es el rey. Como ha pasado con la sinfonía de Schubert, ya no habrá polvo inacabado. "Mira cariño, lo voy a empezar yo, pero lo va a acabar el algoritmo, que yo no puedo". Y no digo ya si el algoritmo sexual, como el musical que ha concluido la Inacabada de Schubert, es de la marca Huawei. Será un "acto espléndido", algo magnífico. Y todos contentos. Un final feliz.

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