Cambio de sentido
Carmen Camacho
Se buscan vencedores
Bellísima iniciativa la desarrollada por la Hermandad de la Defensión en la mañana de antier sábado. Las cofradías también tienen un corazón de niño dentro. Ya lo hemos escrito por activa y por pasiva: la Semana Santa es una vuelta a las andadas de la infancia. Desde la perspectiva de los padres y desde el germinar de los sentidos de los hijos. Quien así no acierte a vislumbrarlo, pierde el foco de la enseñanza secreta de las corporaciones nazarenas. Nuestra Semana Mayor -por encima de ciertas excentricidades particulares- asimismo posee manos de biberones, mofletes de algarabía, sonrisas de pipos, inocencia de manos blandas como el nácar de todo aprendizaje. Sabor a caramelo. Pantalones cortos con rodillas de primavera. Un nacimiento -o un renacimiento- a la comprensión de altos capirotes. Preguntas nunca insidiosas sino henchidas por la nobleza infantil. El porqué esos romanos no aman al Señor. El porqué la Virgen llora lágrimas tan de Madre triste. El porqué los penitentes van descalzos. Decía Antonio Burgos que la Semana Santa son los padres en tanto alimentan y transmiten una ilusión tremenda a sus hijos. Para mí tengo que esa ilusión -ya definitiva- adquiere naturaleza de vitalicia. En los niños estriba la pureza del concepto. Flaco favor concederemos a la tradición cofradiera si tan sólo nos miramos el ombligo del yo, me, mi, conmigo. Por creernos adultos en el selfie de un vano protagonismo omnímodo. En los críos reside la Esperanza. Dejad que los niños se acerquen, con algarabía de limpia conducta, con el remolino de sus juegos de ángeles, al Señor y a la catequesis plástica de su Pasión a las andaluzas maneras.
La Semana Santa es sabia en cuanto a su antigüedad y es párvula -es niña- en cuanto a los latidos -mocosos- de su músculo cordial. Hete aquí la magnitud de su trascendente dualidad. Y su luz imperecedera como de amanecida de palmas colgadas en los balcones del Domingo de Ramos. Como de fontana de la fe que surte el agua renovadora de la concordia emocional de generación en generación. ¿Y vosotros quién decís que es Él sino también un niño llamado Jesús de risueñas mejillas que tuvo como paritorio la humildad de un pesebre áspero y abierto al viento del destino? La Semana Santa es la bola del mundo en la bola de cera que sostiene la mano de un niño a pie de calle. Una bola de generosidad de tantos nazarenos de cirio. Una bola que nada engríe y que todo lo redondea. Si la Semana Santa es redonda -en su sentido de la medida y en la cuadratura de su círculo-, se debe a esta esfera del gota a gota de la emoción del chiquillo que pide, que solicita sin mediar palabra, al rostro anónimo de un antifaz que pasa…
Esta premisa de dulzor de sueños con estreno de zapatos nuevos la asumen quienes poseen conciencia de futuro. De lo contrario pecaríamos por exceso de aquello que Eugenio Noel -con vista precursora- advertía en su célebre ensayo sobre la Semana Santa y al hilo de la a veces paradójicas y discordantes actitudes de cofrades alineados en la adultez: “Una conflagración espontánea de sentimientos contradictorios puestos a enormes presión”. Este pasado sábado la Hermandad de la Defensión ha demostrado una vez más que sabe desgajar la médula de lo accesorio. La esencia de lo accidental. La miel de la celosía. La Hermandad invitó al grupo infantil/juvenil a un desayuno para, seguidamente, “ayudar a montar el besamanos de la Virgen de la O junto al equipo de mayordomía”. Pero, además de una Holly Quedada en la Casa de Hermandad, hubo previamente dos actividades esmaltadas por el tacto de la originalidad. Ambas orquestadas por la integrante de la delegación del Grupo Joven Mercedes Alonso. Por un lado Francisco García-Figueras Mateos trasladó a los pequeños “los orígenes de la Virgen de la O y sus simbolismos”. Brillante charla. De otra parte la profe Verónica Molero -cofrade de la Estrella y de las Cinco Llagas y muy vinculada a la Hermandad de la Defensión- asumió un maravilloso enfoque -coincidiendo además con la reciente celebración del Día de la Mujer-: hablar de la mujer en clave mariana y en escala infantil. ¿Cabe prisma más actual, más moderno, más pedagógico?
Quien esto escribe ha disfrutado visionando algún vídeo de la magistral intervención de Vero, hija del gran cofrade de Cristo Rey -que en paz descanse- Fernando Molero-, y puedo apostar doble contra sencillo cómo se ha conjugado la profesionalidad docente con el sumo amor de madraza en el buen hacer. Un encuentro provechoso que jamás olvidarán los muchísimos peques asistentes. Vero les habló de las dos madres -la del cielo y la de la tierra-. “Desde el cariño, desde el vínculo maternal, desde el día de la mujer, desde la posición de la mujer más importante a la que Dios ha encomendado una tarea tan divina”. Ya podrán imaginar los lectores la calidad del resultado de este encuentro que tanto dignifica la labor de los cofrades de Capuchinos. La suprema verdad de la Semana Santa descansa en los niños. En ellos no bascula ni la oxidación ni la intoxicación. Sino la ternura de unos ojillos vivarachos que pronto aprenderán el significado de la historia más grande jamás contada. Aquella que todo puede jurarlo por los clavos de Cristo.
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