Quousque tandem
Luis Chacón
Indigenistas de guardarropía
Este ‘Jerez íntimo’, que a la manera del título del celebérrimo libro de José María Izquierdo, también se reafirma ‘Divagando por la ciudad de la Gracia’, quiere hoy -y no solapadamente- tomar asiento en los acudideros de la nostalgia. Con nombre propio: Bartolomé Lora Lara. En Jerez se desconoce de la misa la mitad de su biografía. Más aún su aportación a la diócesis y, de otro lado, a la esfera cofradiera. Fue nuestro ilustre paisano, desde temprana edad, cuanto hemos de considerar un hombre de Iglesia. Hijo de un renombrado cofrade del Prendimiento: Bartolomé Lora Nieto. Los más antiguos de un lugar llamado Santiago recordarán esta figura de pro. Bartolomé Lora Lara vio la luz el 5 de julio de 1922 en Pedro Abad (Córdoba). Bautizado el 13 de julio, recibiría su Primera Comunión el 30 de mayo de 1930 en nuestra localidad jerezana. Su Córdoba natal acogería el acto de la Confirmación y de nuevo Jerez su boda con Crista Toro Domínguez el 24 de octubre de 1953. Poco después se afincaría en Madrid, aunque, como él mismo acuñaba, tenía a gala ser jerezano “por derecho de conquista”.
Lora Lara estuvo vinculado a la causa la lasaliana. Su condición de antiguo alumno quedó tan impresa en sí que, andando los años, participó en la creación de la Hermandad de la Triunfal Entrada en Jerusalén -la Borriquita- y, de la mano de Antonio Mateos Mancilla, contribuyó de manera activa en la tramitación de la erección del monumento a San Juan Bautista de la Salle en Jerez. Era hermano también, por razones de sangre, de la mencionada Hermandad del Prendimiento. Desde jovencito destacaría como miembro activo de Acción Católica -quiso implicarse de lleno en aquellas Santas Misiones celebradas entonces por las Archidiócesis Hispalense bajo el auspicio del cardenal Segura-. No resultaron convocatorias de papel mojado. Dios quiso unir a Bartolomé Lora Lara y a Ignacio Rodríguez Leonardo en la Santa Misión de 1948. Fue un encuentro providencial. Ignacio ya era considerado un destacadísimo cofrade. Ambos quedaron prendados por aquella Dolorosa de bellísimo rostro que, como Reina de todos los cielos, presidía un acto misional. El destino ya estaba marcado. Porque, apenas unos años más tarde, Bartolomé Lora fue nombrado presidente de la junta fundacional de la Hermandad de Loreto. Tanto Bartolomé como Ignacio asumieron un papel crucial en el nacimiento y puesta en marcha de esta institución del Viernes Santo jerezano.
La carrera profesional de Bartolomé Lora crecía en referencial prestigio. Comenzó como profesor e intendente mercantil, Auditor y Censor Jurado de Cuentas para culminarla como doctor en Derecho. Destaquemos, por ejemplo, su etapa como profesor de la entonces escuela profesional de Comercio de Jerez. Escribió y publicó numerosas obras y un sinfín de artículos especializados en temática económica para universitarios y responsables de auditorías de empresas. Bartolomé Lora Lara contribuyó decididamente en la creación de la
diócesis Asidonia-Jerez. A finales de la década de los 50 del pasado siglo queda constituido el primer Consejo Regional de Acción Católica que preside Juan Pedro Domecq y Díez. Del mismo fue consiliario Cristóbal Romero -a la sazón canónigo de la entonces Colegial jerezana- y secretario Bartolomé Lora Lara. Este Consejo Regional no se anduvo con chiquitas en cuanto a la intensidad de sus gestiones. La oportunidad histórica no pasaba de soslayo. De hecho en una de sus germinales reuniones se expuso con meridiana claridad la necesidad imperante de que Jerez tuviese un obispo que aunara la acción eclesial de esta bendita tierra. Al señor cardenal no le disgustó la idea. En todas las ocasiones propicias se abundó en ello. Hasta que durante la noche del Sábado Santo de 1960 Bartolomé Lora recibiera una llamada del ayudante del cardenal para así informarle que monseñor Cirarda había sido nombrado obispo vicario de Jerez con residencia además en esta localidad. Sería a la mañana siguiente cuando, concretamente en la Misa Pontifical de la Pascua de Resurrección celebrada en Sevilla, Bartolomé, complacido, manifiesta al cardenal la enorme alegría por tan esperado nombramiento. Y textualmente añadir: “Ahora el paso siguiente es el obispado”. La autoridad eclesiástica hispalense responde al instante: “Confíe usted en Dios. En la Iglesia los pasos son cortos pero seguros. Ayuden a que se consolide esto y verán cómo se logran sus deseos”. Por la Bula Archiepiscopus Hispalensis, el Papa Juan Pablo II erigía, en 1980, la nueva diócesis Asidonia-Jerez.
Hasta el último aliento de vida Bartolomé Lara sirvió a la Iglesia. En su Hermandad de Loreto, de la que fue alma mater, recibió la medalla de oro de la corporación. Se le recuerda siempre dirigiendo el ejercicio del vía-crucis antes de la estación penitencial. Significaba para el cortejo nazareno como una venerable presencia ataviada con su característica pajarita al cuello. Para la cofradía de San Pedro gestionó la obtención, desde Roma, de la reliquia del Lignum Crucis. Tanto en Madrid como en Jerez trabajó en Acción Católica, Adoración Nocturna, Foro de Laicos, y ejerciendo labor de catequista. Fue instituido Lector y Acólito en la capital de España. Bartolomé Lora Lara entregaría su alma al Señor el 24 de enero de 2008. Contaba 84 años de edad. Esta columna periodística enarbola hoy una bandera de gratitud y reconocimiento por la integridad cristiana de quien hemos de considerar ejemplar siervo de Dios.
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