En tránsito
Eduardo Jordá
Vivienda
Por montera
Sí se puede. Sólo hay que desearlo, tomar la determinación para realizarlo. Cuando los ciudadanos rasos creíamos que era imposible acabar con el poder dictatorial de Nicolás Maduro, cuando pensábamos que nada ni nadie parecía querer o poder acabar con el bestial puño de un repulsivo hombre que oprime a todo un país, resulta que la comunidad internacional había estado apoyando la fragua para su derrocamiento.
Desconocemos quién, quiénes o cuándo iniciaron la estrategia para crear a un líder que pudiera recuperar la democracia para Venezuela. Tras él hay toda una operación política que demuestra que no está solo para convocar nuevas elecciones libres y seguras que permitan a los venezolanos votar sin temor, incluso, a riesgo de sus vidas. Los intereses para acabar con Maduro han unido a políticos irreconciliables, desde Trump hasta la UE. Se han puesto de acuerdo para apoyar a Juan Guaidó. Un ingeniero y político que sale a la palestra desde la presidencia de la Asamblea Nacional de Venezuela como la esperanza que inundó a casi todo el mundo cuando Obama llegó a la Casa Blanca. Ambos tienen parecidos, quizá los potencien y surta buen efecto. El resultado se ve en que Guaidó y Obama tiene cuerpos altos, fibrosos, y jóvenes. Sonrisa fresca y empática. Visten con camisas arremangadas y americanas. Acaba de crear su propia familia con una esposa, Fabiana, también joven y valiente, y Miranda, su bebé de 20 meses, su escudo ante las amenazas. Sí se puede. Sí es posible acabar con las dictaduras que oprimen a los ciudadanos. ¡Bendito sea el momento en que se haga realidad el fin de la era dictatorial de Chávez y Maduro! Hoy no importan tanto los intereses que les haya llevado a la comunidad internacional a actuar para, quizá, salvar sus inversiones en el país latino y ante la evolución de una Iberoamérica derechizada.
La cuestión es que en diciembre se creó, en un teatro de Caracas, el Plan País. Se reunieron un grupo de economistas y diputados, quienes ya han urdido la hoja de ruta, aceptada por las embajadas europeas y latinas, amigas, para acabar con la hiperinflación y con el descalabro económico que ha llevado a la miseria a los venezolanos. Cuatro millones de personas se han visto obligadas a abandonar su país. Es la parte romántica que me reconcilia con la política. Esa que lucha por la libertad de los ciudadanos antes que por la toxicidad del poder. Eso es lo que me ilusiona para Venezuela y el resto de países oprimidos.
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