Programación Guía completa del Gran Premio de Motociclismo en Jerez

TOCA terminar un año más nuestro recorrido cuaresmal. Ahora nos dirigimos a la iglesia de San Francisco. En una de las capillas laterales del lado izquierdo o del evangelio se halla la protagonista de las líneas de hoy. En un modesto altar, dignificado por un dosel, una imagen de la Virgen de las Angustias llama la atención. Esta pieza de talla completa representa el tema pasionista de la Piedad. María sostiene en su regazo el cuerpo de Cristo. La cabeza de éste cae hacia atrás con expresión de patetismo. Una de sus manos, lánguida, es sostenida con maternal sutileza. La vestimenta de la Virgen se resuelve a base de profundas oquedades, que aportan un palpitante claroscuro a un volumen, con todo, compacto y policromado sin grandes ostentaciones decorativas. El artista suple sus limitaciones en las proporciones y en el estudio anatómico con detalles efectistas como estos y centra sus esfuerzos en el rostro mariano, en cuya ejecución se esmera. La encarnadura pálida de la piel y los dientes de nácar que asoman en la boca entreabierta ayudan a crear un delicado, a la que vez que dramático, semblante.

Atribuida con rigor a Diego Roldán por Pomar Rodil y Mariscal Rodríguez, podría considerarse una de las creaciones más atractivas de su más que probable autor, que siempre mostró una especial sensibilidad por la iconografía de la Dolorosa. Este escultor sevillano, que se afinca muy joven en Jerez, vivió mucho tiempo en calles aledañas al convento franciscano, para el que tuvo que trabajar con asiduidad, como manifiestan, además de esta obra, tallas como el popular San Judas Tadeo o la discreta imaginería del retablo mayor.

Más allá del olvido, de coloridos perdidos tras capas de polvo, las Angustias de San Francisco abre una puerta más al arte del XVIII local, sugestivo y auténtico hasta en sus posibles incorrecciones.

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