
Su propio afán
Enrique García-Máiquez
Artes y oficios
La ciudad y los días
ESTANDO San Agustín atormentado por las dudas oyó una voz que le dijo "Tolle, lege" ("toma, lee"). Obedeciéndola tomó las Sagradas Escrituras, las abrió al azar por una de las cartas de San Pablo, la leyó y se consumó su conversión. La agresión que ha sufrido el Señor del Gran Poder podría ser un Tolle, lege dirigido a quienes no se enteran de nada o no quieren hacerlo. Ha sido atacada una obra de arte de valor universal, la más certera representación que el arte occidental haya hecho de la inconcebible unión en el cuerpo de Jesús Nazareno del dolor del hombre y el poder de Dios. Y a la vez ha sido atacado algo que tiene que ver con lo anterior, porque es mérito de Juan de Mesa haber sabido expresar este misterio a través la madera, pero que lo supera infinitamente: el valor devocional, lo que quiere decir emocional y personal en un sentido religioso, de la imagen del Señor del Gran Poder.
Toma, lee, y entérate quién es el Señor del Gran Poder: cuando la noticia de la agresión comenzó a circular miles de sevillanos se sintieron tan sobrecogidos y consternados como si alguien suyo hubiera sido la víctima; personas modestas que no salen de sus barrios más que los viernes se juntaron para coger un taxi e irse a San Lorenzo, otros se consumían de impaciencia en sus casas hasta que las noticias fueron tranquilizándolos y todos sintieron una íntima desgarradura, un dolor y una pena personales.
Toma, lee, y entérate quién es el Señor del Gran Poder: esa consternación no era histérica o supersticiosa sino honda y severa, como corresponde a lo que forma parte de nuestras vidas a la vez que les da sentido y las sustenta. No era como el pavor supersticioso de los sacerdotes filisteos de Dagón cuando Sansón derribó su ídolo, sino el temor de los hijos que ven atacado a su padre y el temblor de los fieles que han encontrado en el Señor el camino más recto para ir al encuentro del Dios más cierto y del divino Cirineo que les ayuda a llevar sus cruces.
Toma, lee, y entérate quién es el Señor del Gran Poder: ojalá este penoso incidente abra los ojos a quienes lo han aprovechado para dar rienda suelta a los monstruos que nacen del sueño de la razón o de la vigilia de la mala intención (¡qué cosas se han escrito y dicho!). Ojalá aprendan cuánto y cómo se quiere en Sevilla al Señor, qué representa en sus vidas y cuán ejemplarmente lo cuida su Junta de Gobierno. Ojalá se enteren de quién es el Gran Poder, quiénes son los sevillanos y qué vínculos les unen. En cuanto a los que no quieran enterarse, esperemos que un día el Señor les abra los ojos como al ciego de Siloé.
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