Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Viaje a Europa

La paradoja es que habrá que atravesar seiscientos millones de kilómetros para comprobar si hay vida en Europa

Resulta, querido lector, que mientras usted y yo estamos aquí tan frescos, pensando si nos pedimos ya el granizado o dejamos pasar tres minutos, la Agencia Espacial Europea está dejándose las cejas en una misión llamada Jupiter Icy Moons Explorer (JUICE). Si todo sale bien, los científicos enviarán en 2022 una sonda a bordo de un cohete Ariane 5 que estudiará bien de cerca las lunas jovianas. Aunque ninguno de sus instrumentos llegará a posarse en superficie, se espera que los radares, espectómetros y magnetómetros aporten información reveladora sobre Ganímedes, Calisto y Europa (Ío se quedará esta vez fuera de juego dada su intensa actividad volcánica). A los amantes de la ciencia-ficción nos pirra hacer apuestas sobre lo que la misión podrá desvelarnos sobre Europa, un satélite cubierto de una espesa capa de hielo bajo la que, gracias al calor nuclear y a la atracción gravitatoria de Júpiter, yacen océanos enteros de agua líquida que a priori ofrecen condiciones óptimas para el desarrollo de la vida. De hecho, en las zonas árticas de nuestro propio planeta existen enormes lagos ocultos bajo el hielo en los que los biólogos encontraron en su momento una amplia variedad de microorganismos capaces de soportar atroces niveles de presión y temperatura. Hasta 2033, nada sabremos. A partir de aquí, misterio.

Siempre habrá quien sostenga que se podría invertir la millonada que ya nos cuesta la JUICE en otras cuestiones más urgentes, aunque en un mundo, el nuestro, con tanta gente dispuesta a levantar y cerrar fronteras para que nadie venga a tocarnos las narices demasiado, habría que aclarar de qué hablamos cuando nos referimos a cuestiones más urgentes. No hay poca paradoja en el hecho de que tengamos que atravesar una distancia de seiscientos millones de kilómetros para comprobar si hay vida en Europa, así como en la evidencia de que nuestro conocimiento de la naturaleza y el universo nunca ha sido tan amplio mientras nuestras sociedades (sí, hablo de Europa, de esta Europa) son cada vez más supersticiosas, temerosas, infantiles, fanáticas, débiles y sumisas. Si bastó un Copérnico para meter a toda Europa en el Renacimiento, hoy que tenemos diez mil copérnicos descifrando la complejidad cuántica y descubriendo exoplanetas potencialmente habitables vivimos una época sombría, donde el mismo conocimiento excita todas las sospechas.

Y es que, al parecer, hay cosas mucho más importantes a las que prestar atención. Nada como un buen zasca tuitero para dejar al personal satisfecho. Sí, a ver qué diantre encuentran en Europa. Guárdenme una plaza.

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