Ojo de pez

Pablo Bujalance

pbujalance@malagahoy.es

Los extremos

La sociedad española puede estar dispuesta a poner coto a los nacionalismos, pero no a cualquier precio

Fue Rosa Díez la que interpretó los resultados de las últimas elecciones autonómicas como la evidencia de que la sociedad andaluza en particular, y la española en general, estaba harta del nacionalismo catalán y dispuesta a hacerle frente al haber puesto al mando de la Junta a los partidos que de manera más vehemente se habían manifestado contra el separatismo. Tras las elecciones de ayer, hay otra cosa que ha quedado más o menos clara: la sospecha de que la misma sociedad española puede sentirse muy harta de los nacionalismos y estar dispuesta a ponerles coto, pero no a cualquier precio. No, al menos, hasta el punto de dejar determinantes cotas de poder en manos de otras formaciones dispuestas a limitar las libertades públicas con tal de borrar las opciones indeseables del mapa político. Si algo ha quedado de manifiesto es el recelo mostrado ante los extremos, la preferencia por partidos capaces de generar grandes márgenes de consenso, y es ahí donde habría que sentar las bases de la regeneración democrática en el futuro inmediato. El derribo del bipartidismo como responsable de los peores males del país pudo tener sus razones, pero ahora la cuestión es otra: la mayoría de la sociedad española no quiere poner en peligro ni el bienestar obtenido ni los derechos conquistados. Así de sencillo y así de complicado.

Y cabe abrazar esta conclusión no a raíz del pírrico éxito del PSOE sino del enfriamiento de las aspiraciones que durante la campaña han sostenido las formaciones populistas. Ni siquiera el desplome del PP ha bastado a Vox para emular el asalto a los cielos que en su día promovió Podemos para decorar un éxito que, en términos absolutos, no le ha servido para mucho más que defenestrar a IU. Es cierto que la formación de Santiago Abascal ha obtenido una representación abultada, pero insuficiente, como pretendían sus portavoces, para resultar imprescindibles en la formación del Gobierno. Las ideas de Vox, al contrario de lo que prometió Abascal, no van a conceder ninguna llave. Tampoco las de Podemos. Y en esto España ha dado una lección a una Europa en la que los populismos han escalado hasta la cima del poder político, han ocasionado quebraderos de cabeza como el Brexit y han condicionado el desarrollo de la Unión de manera grave. Queda constatada, eso sí, la dimensión del error que cometió Albert Rivera al negar al PSOE de Sánchez el pan y la sal. No se pudo actuar peor.

La España que debería cristalizar tras estas elecciones es un país que desconfía de los extremos y que rechaza el populismo para derrotar al nacionalismo. Ojalá.

MÁS ARTÍCULOS DE OPINIÓN Ir a la sección Opinión »

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios