23-F, una mitología manoseada

El problema de la Transición está en su gastada y frágil mitología, cada vez más necesitada de la falsificación

La desafección de muchos jóvenes actuales con la Transición no está, obviamente, en sus fines de instauración de un régimen democrático sobre las ruinas del franquismo; tampoco en los medios que para conseguirlo se emplearon, con respeto de la legalidad vigente en aras del mantenimiento de la paz y del orden público. El problema de la Transición para mucho jóvenes y no tan jóvenes empieza en su gastada y frágil mitología, manoseada sin descanso desde hace casi cincuenta años, cada vez más necesitada de la pura y simple falsificación para sostenerse.

El martes tuvimos ocasión de disfrutar de otra de esas jornadas históricas que tanto gustan a la clase política y a sus palmeros, con la tabarra acostumbrada en los medios desde primerísima hora de la mañana. El oscuro episodio que fue la asonada del 23-F, más oscuro cuanto más se sabe de él al margen del insostenible relato canónico, sucedió hace ya cuarenta largos años, pero se alancea su espantajo como si nos fuera la vida. No hay un solo acontecimiento sustantivo de estas décadas que esté al abrigo de la sospecha vehemente sobre lo que realmente sucedió y el papel de las cloacas del Estado, da igual que se trate de lo que se nos presenta como la movida de cuatro militares borrachos y franquistas con la colaboración de un guardia civil del TBO, o de la supuesta inmolación de unos moros tras perpetrar la cadena de atentados más sangrienta de la historia de Europa. Por no hablar de los escandalosos affaires que mantienen hoy en el exilio, aunque esa palabra se rechace, al que ha sido rey de España durante casi cuarenta años.

Al mismo tiempo que el Congreso perdía el día con su numerito de autoayuda, Alejandro Macarrón y la fundación Renacimiento Demográfico publicaban las cifras que muestran la inviabilidad del país en un plazo ya perentorio: entre 1976 y 2020 la natalidad se redujo en España un 50%, un 64% la debida a madres españolas. Asturias, vieja cuna de la nación, alcanza el 73 y 78% y es la región más infecunda de Europa. Salvo en países ocupados y sometidos a genocidio planificado, no hay precedente histórico de semejante catástrofe. La respuesta del Gobierno a esta realidad ha sido, en estos días, reducir drásticamente los incentivos a la maternidad numerosa en los complementos a las pensiones, anteponiendo una vez más criterios de género a los demográficos. Sigamos tocando la lira.

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