Sobre las once de la mañana de ayer agentes de la Guardia Civil procedían en la comandancia de Cádiz a desmontar el doble fondo de una lancha que siete horas antes había atracado en el puerto deportivo de Chipiona, tripulada por tres personas, vecinas de esta misma localidad y de Sanlúcar, que habían asegurado que habían tenido una excepcional noche de pesca.

No hubo sorpresas. La embarcación contaba con todos los distintivos que delatan el contrabando. El primero, la eliminación de la pintura que marca el calado. Eso quiere decir que pretenden despistar al Servicio de Vigilancia sobre el peso que lleva en su interior.

Diez minutos más tarde de que los agentes se introdujeran en el fondo oculto de una lancha que apestaba a gasoil, salía el primer fardo. Vendrían después decenas de ellos que iban cayendo en el suelo, perfectamente empaquetados. En total, 700 kilos de polen, resina de buena calidad con destino a camiones que lo tendrían que transportar al norte de España. En uno de los fardos descubiertos por los agentes de la Guardia Civil figuraba la marca que identificaba al mayorista: Majo.

"Cuando los fardos cuentan con un precinto de esta factura, tan minucioso y con plásticos en cada una de las placas, quiere decir que el mayorista sabe que la mercancía se va a mojar, pero, además, está empaquetada de tal manera que está claro que va a ser introducida en los fondos de un camión para enviarla al norte", explicaba un agente.

El alijo de ayer es uno más de los que desde el último año están entrando a través de puertos deportivos en embarcaciones de recreo, dentro de un incremento notable de la actividad de contrabando.