Opinión · tribuna

La salud de la política

LOS mayores avances en el diagnóstico de la enfermedad se alcanzaron cuando el cuerpo humano dejó de ser una caja negra a los ojos de un observador externo. Mucho antes de que Röntgen nos legara los Rayos X, para poder estudiar con fiabilidad las causas últimas de una enfermedad, debíamos esperar a la autopsia. Frente al poder político, los ciudadanos carecen de herramientas semejantes para diagnosticar lo que va mal, aunque los signos externos evidencien un claro deterioro. Tras las elecciones, carecen de los mecanismos de control necesarios sobre lo que acontece tras los despachos. Un auténtico acto de fe de la ciudadanía, que debe asumir acríticamente la presunta honestidad y la legalidad del ejercicio político. ¿Y si el sistema resulta infectado? ¡Pues para eso están los juzgados! ¿No? Pues parece que no siempre es así.

Entre los cargos NO electos, se incorporan agentes patógenos, que son encumbrados bajo la promoción de un amigo, familiar o cuota de partido; y para los que el compromiso ético se reduce a servir a sus valedores. Cuando las consecuencias de sus actos torticeros quedan en evidencia, los que les nombraron, intentan eludir su responsabilidad in  vigilando, recurriendo a argumentos peregrinos, o simplemente mintiendo impunemente a la sociedad. Estos individuos son los auténticos virus que contaminan nuestra democracia.

En el famoso libro Serpientes con traje: El psicópata exitoso, Babiak explica la forma en que estos mercenarios de sí mismos, ascienden en las organizaciones humanas. Rápidos para hacerse del crédito por el trabajo de otros, no tiemblan al tomar decisiones traumáticas, aún bordeando la legalidad, si ello contribuye al cumplimiento de sus ambiciones, y que suelen vestir de ejercicio de responsabilidad. Pero, se les puede detectar, por su típica falta de visión y previsión, ya que cuando procesan información, su cerebro emocional no se activa.

Como se recoge el referido libro, "es fácil encontrar a estos psicópatas en puestos muy importantes de empresas, de la política o de la religión". Son personas que carecen de remordimientos y por eso interactúan con los demás como si fuesen objetos, que utilizan y manipulan insensiblemente para conseguir sus metas. Si bien, al final… la pus rebosa. Es ese el único momento en el que los ciudadanos comienzan a oler la enfermedad. Nuestra sociedad civil está paralizada. Hemos delegado toda nuestra responsabilidad en terceros y somos incapaces de reaccionar como pueblo ante un auténtico cáncer que se come nuestra democracia y nuestras libertades más básicas.

Posiblemente, haya llegado el momento de diseñar una suerte de rayos X sociales -transparencia absoluta- antes de que otros se crean legitimados para utilizar la cirugía. Algunos hablan ya de Open Government.

Julio Lorca es presidente de la Fundación para la e-Salud (Fesalud).

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