Las Angustias

Angustias derramadas en las calles ante la Cruz redentora

  • La hermandad de Las Angustias cerró la jornada con su severo estar en la calle

Hace ya varios minutos que tañe la campana de la antigua capilla del Humilladero. Rozan las siete de la tarde en la plaza de las Angustias cuando los primeros nazarenos de la antigua hermandad de los siete cuchillos, cirios negros al cuadril, emprenden su lento y callado caminar en busca de la Carrera Oficial. La amplitud de la plaza permite que sean muchos los que se hayan citado ahí para ver el discurrir de esta cofradía que pone el punto ascético y severo a la jornada del Domingo de Ramos. Hay muchos padres con sus hijos, que prefieren esta amplitud antes que la estrechez de las calles para tener controlados a los más pequeños. Es, bien visto, otra forma de penitencia, aunque ésta se toma con mucho más gusto, sin duda.

Stabat mater dolorosa

juxta crucem lacrimosa…

Las primeras estrofas del Stabat Mater interpretadas por la escolanía de niños del Oratorio Festivo que antecede al paso comienzan a resonar en la plaza. Se hace el silencio solo roto por la campana y el trino de los pájaros que revolotean de una palmera a otra de la plaza.

En su magnífico paso, que fuera tallado por Guzmán Bejarano, aparece el conjunto de la Piedad, con la Virgen de las Angustias abrazando a su hijo ya muerto. Atrás, la Cruz está a la altura de la Virgen para facilitar la salida por la puerta de la capilla. Una vez superada la rampa, zancada larga de los costaleros hacia la cercana calle Higueras.

"¿Por qué los nenes están ahí debajo?" pregunta un niño a su padre tras pasar ante él el paso de misterio. "Para pasear a la Virgen", contesta el padre, sabedor que durante la semana tendrá que responder a ésta y a mil preguntas más.

Se agradece que estas hermandades tengan otra clase de 'público', no tan bullanguero y en ocasiones irrespetuoso. Con la caída de la tarde por la calle Honda el severo cortejo de nazarenos gana enteros. Y es que ésta es una cofradía para saborearla de noche.

Su regreso a casa por el barrio de San Miguel volvió a ser mágico. Fue todo un acierto que la hermandad decidiera tomar por aquí hace ya varios años. A su llegada a la remozada plaza de León XIII y con todas las farolas apagadas, volvió a vivirse un momento mágico gracias a la elegante manera que tienen los hermanos del Santo Crucifijo de recibir a su corporación hermana de Las Angustias, con los que tienen Carta de Hermandad.

Y como llegó, se fue. Una levantá al cielo para emprender el corto camino que les separaba de su recoleta capilla.

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