Riada de devoción en San Lucas

Las tres Caídas

Quince minutos retrasó su salida la corporación antes de decidirse a llenar todo Jerez de fieles

La salida del palio de María Santísima de los Dolores desde San Lucas es una maniobra muy complicada debido a las dimensiones de la puerta. Foto: Pascual
Javier García Rincón

Jerez, 28 de marzo 2013 - 01:00

UNA vez más, un Miércoles Santo más, ese castizo enclave del Jerez intramuros que es la Plaza de San Lucas volvió a convertirse de nuevo en punto de encuentro de infinidad de jerezanos que buscan el consuelo y la esperanza en el Jesús Caído bajo el peso de la cruz que tallara Ramón Chaveli. Cientos de promesas, de peticiones, de ruegos, de esperanzas contra toda esperanza se congregaban en las personas que esperaban al Señor de las Tres Caídas: en sus rostros se leía la fe de la gente sencilla del pueblo, la esperanza silenciosa, el dolor tantas veces contenido y la petición callada de tantos y tantos lunes en presencia del Cristo caído.

La junta de gobierno, ante la incertidumbre del tiempo (¡otra semana santa más!), se reunió pasadas las cinco de la tarde para decidir, a la vista de los diferentes partes, qué hacer.

A las seis de la tarde, con quince minutos de retraso por lo incierto de la climatología, la plateada Cruz de Guía de la hermandad hacía su aparición en el angosto dintel de San Lucas, el evangelista que glosó la misericordia de Dios, y con una auténtica muchedumbre abarrotaba la plaza, y poco a poco se iba formando el cortejo formado por unos 250 nazarenos vestidos con túnicas negras, cintos de esparto y sus característicos escudos mercedarios, mientras se comenzaban a escuchar las voces limpias e infantiles de la Escolanía de la hermandad, que este año ha visto aumentado su número hasta los 33 componentes, entonando el Miserere (ese salmo en el que, con una belleza literaria casi insuperable, se implora a Dios "Crea en mí un corazón puro, renuévame por dentro con espíritu firme; no me arrojes lejos de tu rostro, no me quites tu santo espíritu"). Reseñable también la incorporación este año al cortejo de veinticinco monaguillos, niños que son el mañana de la corporación y a los que de esta forma se les hace partícipes del día más importante del año para ellos.

Por fin apareció, sobre un monte de claveles rojos donado por sus devotos, la imponente figura del Cristo caído que tallara allá por los años 40 Ramón Chaveli, portado por 30 costaleros, a las órdenes de Ángel Rodríguez Aguilocho, que salvaron con maestría las estrecheces de la puerta; tras ellos, la multitud, silente, devota y recogida, se agolpa tras el paso para realizar junto a la hermandad de San Lucas su estación penitencial.

Cuando ya el cortejo de misterio avanzaba hacia calle Cabezas y Plaza del Mercado buscando calle Justicia, una de las novedades históricas de este año, apareció la Virgen de los Dolores con las manos entrelazadas, rezando y repartiendo su gracia entre todos los fieles. Mención aparte merece el exquisito exorno floral de este impresionante palio, compuesto de orquídeas, fresias, anthirrinum y bogardias rojas, que dejan bien a las claras el gusto del equipo de mayordomía. Esta cofradía tan nuestra continúa marcando, de manera sobria y ascética a la vez que elegante, un estilo en el Miércoles Santo jerezano.

La amenaza de que lloviese con fuerza aceleró el discurrir de la cofradúia por las calles, recogiéndose el palio de los Dolores a las 23,15 horas.

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