Cofradías

Un curso cofrade pandémico por causa del virus

  • Con la llegada de la epidemia del COVID-19 se hundía prácticamente la mitad del curso cofrade 2019 — 2020

  • La procesiones tuvieron que suspenderse tras más de ochenta años ininterrumpidos de cofradías en las calles

Nuestra Señora de las Angustias en el Vía Crucis de Unión de Hermandades.

Nuestra Señora de las Angustias en el Vía Crucis de Unión de Hermandades. / Pascual (Jerez)

Ya lo dice el viejo refrán castellano cuando sentencia aquello de “el hombre dispone y después llega el toro y lo descompone”. Algo muy similar ha ocurrido en este curso cofrade que acaba de dar su última ‘chicotá’ y que queda ahí, como un paso, para siempre. La situación recuerda a cierta exclamación improvisada que protagonizó un costalero de Tomás Sampalo cuando tras una carrera sufrida soportando kilos y sinsabores de la dirección de la cofradía, respondió a la hora de arriar el paso en la iglesia: “Pa toa la vía”. Pues más o menos eso.

Muchos kilos de impotencia y fardos cargados de pesadumbre en un tiempo que, para cuando haya vacunación o remedio terapéutico, será recordado como una pesadilla. Gran historia de abuelo cebolleta para transmitirla a los nietos alrededor de una chimenea en una noche invernal con lluvia. Pero habrá que narrar los acontecimientos por partes.

El inicio del curso se hacía, como es tradicional en Jerez, con la novena de la Patrona, Nuestra Señora de la Merced Coronada. En la basílica, muchos jerezanos y un padre Felipe Ortuno que ofició todos los días con homilías que serán recordadas por su erudición, algo que no es una rareza en el religioso mercedario. La Santísima Virgen lució una corona que se denominó como la de ‘Moratalaz’ por estar en una parroquia del distrito madrileño durante años y ser recuperada por la fraternidad mercedaria, devolviéndola a las sienes de la Madre de todos los jerezanos. Hubo división de opiniones por el cambio de presea en la procesión.

En este mismo mes, el consejo local de la Unión de Hermandades que comanda a día de hoy Dionisio Díaz, daba a conocer al pregonero de la Semana Santa. Pablo Baena Rodríguez era el elegido. En octubre, se hacía pública otra noticia siempre esperada por los cofrades: Nuestra Señora de las Angustias presidiría el Vía Crucis de las hermandades el primer lunes de Cuaresma; como corresponde.

El último palio

Con la llegada de los meses de noviembre y diciembre, un cierto relajo se notó en las hermandades, tan acostumbradas a hacer actos de todo tipo durante curso. Se preparaban muchas de ellas para la campaña de Navidad donde zambombas y fiestas navideñas se han convertido en una fuente de ingresos importantes. Pero diciembre guardaba unos días señalados que serían protagonizados por María Santísima de la Concepción Coronada. La Reina del barrio de las Viñas iría hasta la Catedral para presidir los cultos de la solemnidad de la Inmaculada. Un triduo organizado con mucho nivel y una procesión de vuelta triunfal donde todo se hizo con elegancia y buen gusto. Más que cumplida la misión encomendada por la delegación diocesana de Hermandades y Cofradías de traer a la Madre Coronada de las Viñas hasta el centro de la ciudad. Fue la última vez que los cofrades pudieron deleitarse con un paso de palio acompañado por marchas y candelería encendida, a excepción de las Angustias que salió pero en otro estilo. Aquello ocurrió en diciembre. Hace ya más de medio año.

Tras la Inmaculada, la Navidad. Y con los polvorones recién guardados y la pesadilla de haber ganado algunos kilos de más, otro mal sueño acechaba súbitamente. Aunque nadie quería ni pensar en lo que podía avecinarse.

En los primeros días de enero, los cofrades de la Buena Muerte sacaban a la imagen del Dulce Nombre de Jesús por las calles del barrio de Santiago. Era el último paso con agrupación musical hasta el día de hoy.

El Miércoles de Ceniza abría el pórtico de los sueños cofrades en el marco de una jornada en la que no llovió; presagios positivos de cara a la Semana Santa. A partir de ahí, devotos en las calles. El primer domingo de Cuaresma se vio mucho ambiente cofradiero. Había ganas de pasos en las calles y de vivir la Semana Santa. Todo bajo control, aunque proseguía un eco bastante sombrío que cada vez se hacía más insistente.

El lunes siguiente, día 2 de marzo, la Santísima Virgen de las Angustias salía con una estampa única. Bajo palio y cargadas las andas por horquilla. Fue una delicia poder contemplar el Vía Crucis de las hermandades en la Catedral con la bellísima Virgen llevando en sus brazos a su Hijo yacente. Los dos traslados fueron muy del gusto de los cofrades. Un día para prefijarlo como grande en este curso.

El sábado siguiente, día 7 de marzo, segundo sábado de Cuaresma, el Santísimo Cristo de las Almas también salía desde Santiago para culminar sus cultos en un Vía Crucis siempre cargado de sobriedad y elegancia. Todo transcurrió con normalidad.

A la vez que arrancaba la Cuaresma habría que recordar que desde algunas administraciones, se hacían llamamientos a la calma. Las hermandades captaron perfectamente el mensaje. Con determinación y dentro de una normalidad que asombraba, el primer viernes de marzo la primera ficha se tambaleó, iniciándose, así, todo un efecto dominó que dura hasta al presente. Feliciano Pérez de Azpillaga traducía a través de su rostro una gran inquietud el día antes del besapiés del Señor Caído. “Si hay que hacer un llamamiento a que los fieles no se acerquen a las imágenes, lo haremos. No pasará nada”. La Vera Cruz, el Cautivo del Amor y el Señor de las Tres Caídas eran expuestos pero el pueblo fiel no pudo acercarse. En San Lucas ya se podían ver los primeros dispensadores de hidrogeles y se aconsejó el uso de los guantes y las mascarillas. A partir de ahí, vino la debacle de una Cuaresma donde la actividad cofrade se disolvía como un azucarillo en el café.

Suspensión

Tras el primer viernes de marzo, los comunicados de las hermandades se traducían en una catarata de suspensiones. Suspensión de ensayos de costaleros en el Transporte, suspensiones de cultos y funciones, de besapiés y besamanos, suspensiones de pregones y rondas poéticas. Hay que destacar que todas estas comunicaciones se hicieron con responsabilidad y con madurez. Llamó la atención que no hubo titubeos por parte de las juntas de gobierno ni resistencia entre los cofrades que se hicieron cargo de la situación. Ni una sola queja. Algunas hermandades como la de San Rafael, celebró su quinario con la sombra ya cercana del estado de alarma. Se pudo culminar los cincos días de cultos y se suspendió la función principal del domingo.

Por tanto, todo parecía oscurecerse y la atención informativa se iba ciñendo a Curtidores, donde se esperaba una posible suspensión de las procesiones en Semana Santa. El sábado 14 de marzo, la mañana se despertaba ciertamente extraña. El presidente Dionisio Díaz lo narraba hace unas semanas en este periódico a través de una entrevista. Era un secreto a voces. Al día siguiente el Gobierno decretaba el estado de alarma y comenzaba el confinamiento de la población. Justo un día antes, la Unión de Hermandades ofrecía un escueto comunicado una vez mantenidas algunas llamadas telefónicas entre la alcaldesa, el presidente y el delegado diocesano de Hermandades y Cofradías. Monseñor Mazuelos Pérez no intervino a pesar de la urgente situación. Llegó la suspensión de Sevilla y Jerez fue prácticamente detrás. Se daba a conocer la noticia que todos esperaban pero que nadie deseaba que llegara nunca. Jerez se quedaba sin cofradías en las calles.

Calma con polémica

Así fue como la Cuaresma y la vida de las hermandades dieron un giro casi copernicano. Las iglesias se quedaban con los pasos a medio montar y, en las casas de hermandad, las secretarías estaban repletas de papeletas de sitio sin entregar junto a las cajas con las túnicas de alquiler. Todo se aquietaba y la población se recluía en sus casas.

La primera iniciativa de las hermandades jerezanas fue la ayuda y la asistencia social. Así nació ‘Costaleros por nuestros mayores’ que Tomás Sampalo inicia con la cuadrilla de la Virgen de los Dolores. De ayudar a los más mayores para evitar que tuvieran que salir a la calle se culminó con la cocina autogestionada en la Esperanza de la Yedra, menús de comida en la Lanzada, la colaboración en la confección de mascarillas en la Coronación o en el Perdón y así sucesivamente dejando un rastro de asistencia, caridad y ayuda desinteresada a los más atenazados por la pandemia. Las hermandades sobresalieron a gran altura volviendo a sus orígenes. Todo un ejemplo y una lección a la sociedad por parte de los cofrades. La gran labor que se vio recompensada por un reconocimiento diocesano a través de las Medallas Asidonenses recientemente entregadas por el administrador apostólico, monseñor Mazuelos Pérez.

Comenzaba la pelea con el virus. Hospitales con enfermos en los pasillos, ‘UCIS’ colapsadas y un calendario que no dejaba pasar los largos días sin teñirse de negra muerte e impotencia. El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, en una de sus intervenciones a los españoles, anunciaba un confinamiento aún más duro para la Semana Santa aprovechando los días festivos con el fin de que la población saliera lo preciso.

La Iglesia española seguía todas y cada de las recomendaciones de las Autoridades Sanitarias y los templos eran clausurados hasta nueva orden. El llamamiento de la Conferencia Episcopal era a rezar en las casas y a seguir el culto divino a través de los distintos canales por medio de las redes sociales y portales web. Días antes de los días santos, monseñor Mazuelos Pérez decidía salir a visitar los templos. Nadie duda que la intención fuera buena pero quizá estuvo muy mal asesorado. Tomó un camino pedregoso por el que se encontró con el rechazo social de gran parte de creyentes y no creyentes. En un reportaje que se publicaba en este medio, se daba a conocer que ningún obispo de Andalucía tomaba una decisión de esta magnitud y todos hacían un llamamiento a encontrar en las propias casas las necesarias catedrales para la oración. Mazuelos, finalmente, se mantuvo firme y salió todos los días de la Semana Santa para llevar a cabo una oración ante las imágenes que deberían de haber hecho estación de penitencia. Quedó todo muy emotivo, pero el rechazo de muchos lo llegó a sentir “al verme perseguido como si fuera una bomba biológica” según el mismo obispo afirmaba en algunos medios a los que concedió entrevistas. La polémica de sus visitas a los templos tapó en cierta forma el silencio que debió de haber reinado en esos días en cada casa. La frustración y la pena de no poder ceñirse la faja el costalero, el traje el capataz, la túnica el hermano nazareno y la dalmática el servidor turiferario. La Semana Santa más extraña y triste que se recuerda.

Glorias

Desde el confinamiento hasta hoy, e incluso con la denominada ‘nueva normalidad’, nada ha cambiado ni evolucionado. Las procesiones están unidas a las aglomeraciones de público. No es posible el transcurso normalizado de un desfile ni de una romería. Por este hecho incuestionable también la peregrinación al Rocío se tuvo que suspender. Un nuevo hachazo para el pueblo fiel. No ha habido posibilidad alguna de ver un paso en las calles. Hasta nueva orden que será cuando una vacuna o tratamientos terapéuticos contra el COVID-19 sean una realidad. Por tanto, las procesiones del mes de mayo con María Auxiliadora como protagonista, la procesión del Carmen, Santiago Apóstol o Santa Marta en estos últimos días, han quedado inéditas. Sobre el horizonte la procesión de Nuestra Señora de la Merced a la que todo hace apuntar que también podría quedar suspendida en septiembre.

Las únicas noticias bien recibidas por los cofrades han sido la entrada de tres nuevas hermandades en la nómina de la Semana Santa jerezana y la Coronación Canónica de Nuestra Señora de la Estrella. Unas decisiones hechas públicas una vez conocido el traslado del obispo Mazuelos Pérez a la Diócesis de Canarias. No pudo ser antes del día 6 de julio, fecha en la que se desvelaba su ida de la Diócesis Asidonense. En cualquier caso, en lo que a lo puramente cofrade se refiere, se prosigue con una Semana Santa en continua evolución donde las jornadas han quedado con seis y hasta siete cofradías procesionando.

Por parte de la gran familia lasaliana, la alegría de haber llegado a una primera escala con la aprobación por parte del administrador apostólico de la Coronación de la Santísima Virgen. No son tiempos fáciles para iniciar todo el trabajo que queda pendiente. Pero a buen seguro que se llegará a la escala final con la alegría de ver a la Señora de la Estrella con su nueva presea adornando sus benditas sienes. Así sea.

Comentar

0 Comentarios

    Más comentarios