ANÉCDOTAS DEL JEREZ. EL 'SHERRY' EN EL SIGLO XIX

El negocio del jerez y la religión

  • Católicos contra protestantes en Jerez l La actitud del vicecónsul Gordon casi provoca un incidente diplomático

La curiosa historia del vino de Jerez está plagada de arrobas de sorpresas, hechos insólitos y pequeños sucesos que demuestran, a las claras, su importancia en todos los órdenes de la ciudad. La relación de casos sería infinita. Pero hay un singular incidente, quizás poco conocido e investigado, que conmociona a una ciudad donde conviven una gran mayoría de población católica y una minoría compuesta por súbditos ingleses adeptos al protestantismo y con negocios relacionados, cómo no, con el vino de Jerez. Para ello, habrá que echar mano de la memoria.

Todo comenzó a mediados  del siglo XIX. La situación era boyante. Inglaterra demandaba más y más vino, las ventas subían vertiginosamente y, para mayor gloria del jerez, en junio de 1854 sucedería un hecho trascendental: la bonita historia de la inauguración de una línea nueva de ferrocarril desde Jerez al Muelle del Trocadero, cerca de El Puerto. La estación nueva supuso un gran impulso al comercio: Redujo los costes de transporte y eliminó las interminables colas que se producían cuando se transportaba el vino de Jerez a El Puerto en carros tirados por bueyes.

La comidilla

 

Pues bien. Es en esta época cuando la colonia británica en Jerez sufre un arrebato de cólera por la actitud de su vicecónsul, Charles Peter Gordon. Este Gordon pertenece a los llamados ‘Gordons españoles’. Su padre fue un comerciante prominente y él, un católico hasta la médula, casi un fanático, como nos lo ha dibujado Julian Jeffs. No solía tener tratos con los sacerdotes protestantes y le disgustaban sus herejes compatriotas. Como vicecónsul que era, tenía la obligación de proporcionar un lugar donde los protestantes británicos pudiesen rendir culto cuando un sacerdote itinerante visitase el distrito, pero Gordon se negó rotundamente a ello.  

Fue entonces cuando estalló un escándalo que se convirtió en comidilla entre la colonia británica. El suceso llegó hasta el Parlamento inglés y a punto estuvo de convertirse en un serio incidente diplomático entre  España y el Reino Unido. Allí, un diputado conservador, Sir Robert Keel -y así lo recogió José Luis Jiménez-, expuso en la Cámara de los Comunes la falta de libertad de los protestantes súbditos de Gran Bretaña para ejercer su culto en nuestro país, aludiendo a la negativa de Gordon.

La ‘Revista Jerezana’ describió el incidente de esta manera: Parece ser que  hasta los oídos del alcalde de turno había llegado el comentario de que  en el domicilio de mister Charles Harman  Furlong, en el número 11 de la calle Santamaría,  se celebraban ceremonias religiosas protestantes. El alcalde se lo comunicó a Carlos Pedro Gordon, conminándole a que cesara todo el culto de acuerdo a las  normas españolas,  y este, a su vez, se lo advirtió a Furlong.

Una carta siniestra

 

Los reunidos no se arredraron y contestaron con una carta a Gordon en la que, según recoge José María Rodríguez de la ‘Revista Jerezana’, apelan a su condición de súbditos británicos y manifiestan su sorpresa porque se les acuse de infringir las leyes españolas. 

Alegan además que sólo se habían reunido en esa casa para celebrar los cultos que dirigía el Reverendo Wm. Cooke, capellán británico en El Puerto y Jerez,  y le piden que les señale un lugar donde puedan reunirse “bajo la protección del pabellón inglés para la quieta observancia del culto religioso según el rito de la Iglesia Anglicana”.

Le exigen que les conteste “bajo fecha” al domicilio de Mr. Furlong y firman todos los asistentes a los cultos que, junto con el reverendo y el propietario de la casa, eran Samuel Carter, Rich S. Ivison, Carlos H. Furlong, Ed. Collier, A. M. Stringer y C. Noble. Gordon les despachó con una carta en la que indicaba que las leyes españolas eran muy estrictas y prohibían el culto que no fuera el de la Iglesia Católica bajo pena de prisión.

Entretanto, Peel descargaba la pólvora contra el vicecónsul Gordon en la Cámara de los Comunes: “Por ejemplo -decía-, nuestro vicecónsul en Sevilla es un católico romano: sin embargo, su salón está abierto a residentes británicos en esa ciudad. Otro de nuestros cónsules realmente ha instalado una capilla para la celebración de los servicios de la iglesia. Sin embargo, a pesar de estos ejemplos, el vicecónsul Gordon prohibe a nuestros conciudadanos de su jurisdicción (unos 700 en el sur de España) no sólo a entrar en su casa sino ejercer los ritos de su religión bajo la bandera británica”.

En 1861, Gordon fue destituido  del cargo, que cayó en manos de Furlong. Pero Gordon era hombre testarudo: conservó el escudo de armas sobre su puerta, no dejó de utilizar el sello oficial y se quedó con todos los archivos consulares. Furlong se quejó a Londres y escribió: “Todo el mundo sabe en Jerez que Mr. Gordon está utilizando toda su influencia, que no es poca, con la Corte Española para frustrar las intenciones actuales del Gobierno Británico”, observaciones que fueron corroboradas mediante una carta siniestra con el borde negro, dirigida desde el consulado y con una firma ilegible.

Una bodega única

 

Gordon continuó con sus ataques hacia su sucesor, desacreditándolo cuanto podía. Decía de Furlong que era un liberal, un distribuidor de biblias protestantes y de octavillas que había permitido a personas de credo protestante que no eran ingleses a congregarse bajo su techo para asistir a los servicios religiosos. Finalmente, Gordon fue despedido  y Furlong continuó en el cargo hasta 1868. 

Furlong, con intereses en la sociedad Matthiesen, Furlong & Co., una bodega importante y única pues creció en un convento jesuita abandonado tras la expulsión de la Orden, tuvo que enfrentarse a los rumores que llegaron hasta Londres de que había utilizado procedimientos ilegales en la producción del vino, algo que confirmó Walter J. Buck, gran exportador y naturalista y responsable de Sandeman. Furlong se retiró a Inglaterra y Buck ocupó su lugar. Con los Buck, precisamente, la capilla del Recreo de Las Cadenas acogió misas protestantes. El matrimonio fue enterrado en el ‘cementerio inglés’, hoy Torres de Córdoba.

La penetración de los protestantes, considerados por los católicos como socialistas, masones y enemigos de la patria, continuaron en estos años. José Luis Jiménez nos descubre la figura del reverendo Joseph Viliesid, primer pastor y fundador de la congregación evangélica en Jerez en 1872. Junto a su mujer Raquel Ben-Olier consiguió levantar el primer templo, sito en la calle Argüelles,  y dos aulas de la congregación evangélica jerezana en Mundo Nuevo, en julio de 1874. A falta de un arquitecto de Jerez, que no quisieron marcarse, hubo de acometer la obra un técnico venido de Cádiz.

Me recordaba todo esto aquel lema con que Jorge Mundt (otro excónsul, vaya) se encontró al pisar una bodega: “Los propietarios de estas bodegas son católicos y exigen de todos sus empleados una conducta absolutamente católica”. Y se dijo: ‘Si yo soy protestante... ¿qué hago yo aquí trabajando?’

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