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Andaluzas 22M

Firme y resolutiva pero 'faltona'

  • Susana Díaz salió dispuesta a debatir y no pudo; la rigidez del formato se lo impidió, pero ella también se excedió

SUSANA díaz

CUANDO se dice que Susana Díaz tiene personalidad, que su liderazgo se refleja incluso en su "lenguaje corporal", no es gratuito. Tiene un enorme carácter, no tiene complejos y, cuando se trata de defender su "honradez y dignidad" o de impedir que se "arrastre" el nombre de Andalucía, no mide la dureza de su discurso. Tampoco está dispuesta a "callarse" si mienten y se falta a la verdad.

Anoche hubo momentos de excesos. Las "puñaladitas dialécticas" que criticó el candidato de IU nada más arrancar el debate se tradujeron en puñaladas. El "teatro" y los "numeritos" aprendidos en casa rozaron el victimismo y la tragedia y la tensión subió muchos más grados de los deseables. También las interrupciones. Susana Díaz salió dispuesta a debatir y no pudo. Provocó los momentos más incómodos de la noche pero habría que reconocer que ni hubo diálogo el lunes en Canal Sur ni lo hubo en TVE. Sí hubo esta vez un cara a cara entre Juanma Moreno y Susana Díaz -más agrio de la cuenta- con unos cuantos invitados ausentes: Maíllo manteniendo un debate consigo mismo, la sombra de Rajoy ocupando tanto protagonismo como lo está teniendo en la campaña y Griñán y Chaves en la pesada mochila que el candidato del PP colgó sobre su adversaria socialista.

Susana Díaz puede gustar más o menos, pero es tan firme y tan resolutiva como se presentó anoche. Aunque se pasara de faltona. El primer gesto que hizo nada más situarse delante del atril fue ilustrativo de lo que vendría después: se remangó. Defendió bien sus argumentos pero le dio toda la munición que Juanma Moreno necesitaba para terminar de dibujar el retrato de presidenta "prepotente", "soberbia" y que "no escucha" que empezó a esbozar hace una semana. Anoche lo revistió además de sepia intentando identificar a Susana Díaz con el pasado más turbio de Andalucía.

Que hasta la presentadora le tuviera que llamar la atención por no dejar hablar a su adversario no es lo más recomendable. Mucho menos que le dijera "escúcheme al menos a mí". Aunque lo hiciera comprando el discurso del candidato del PP.

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