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Crítica 'La próxima piel'

Hijos de nadie

la próxima piel. Drama, España, 2016, 102 min. Dirección: Isaki Lacuesta e Isa Campo. Guión: I. Lacuesta, I. Campo y Fran Araújo. Fotografía: Diego Dussuel. Música: Gerard Gil. Intérpretes: Álex Monner, Emma Suárez, Sergi López, Bruno Todeschini, Igor Szpakowski, Mikel Iglesias. 

Isaki Lacuesta ocupaba en noviembre de 2009 la portada de la por entonces prestigiosa e influyente revista Cahiers-España. La gran crítica nacional sancionaba así, coincidiendo con el estreno de Los condenados, a una de las voces que había abanderado, desde la periferia catalana y los talleres de la Pompeu Fabra, la etiqueta del otro cine español que se quería disidente de las prácticas y modelos industriales en su abrazo tardío de la modernidad y en su apuesta transversal y porosa por otros formatos más allá de la ficción, del documental de creación, como se le llamaba por entonces, al cine-ensayo, pasando incluso por el post-humor o la instalación audiovisual.

Han pasado siete años y algunos de los nombres de ese otro cine compiten y ganan ahora en festivales como San Sebastián y Málaga, aparentemente integrados en un nuevo tejido cinéfilo más flexible y abierto a otras sensibilidades.

Tras probar suerte (con escasa fortuna) con la comedia satírica en Murieron por encima de sus posibilidades, tan oportuna y agitadora como autodestructiva, Lacuesta se repliega ahora junto a Isa Campo a un terreno más acomodado, íntimo, apolítico y de fácil circulación, a saber, a la ficción con apuntes de género que apuesta por unos modos inscritos en una cierta tradición autorial en su retrato del regreso de un post-adolescente problemático al entorno familiar del que supuestamente desapareció ocho años atrás.

El primer y principal logro de su película tiene que ver con su ambientación de sesgo etnográfico en un paisaje remoto, invernal y nevado del pirineo catalán que funciona como territorio hostil de resonancias míticas que contribuye a enfriar y densificar la ambigüedad que circunda a una historia sobre la identidad, la impostura, la proyección del deseo y un pasado traumático que retorna a fogonazos.

La primera piel se sitúa cerca de este joven convulso aunque sin penetrar nunca en sus verdaderas motivaciones, marcando así una distancia, muy especialmente desde la vertiente sonora, que favorece la opacidad de una historia inquietante más allá de los hechos y la revelación del misterio que la sobrevuela.

Lacuesta y Campo saben trabajar con los actores jóvenes para crear la necesaria compensación naturalista a la presencia de Suárez, Todeschini y López, triángulo adulto apuntalado sobre el afecto y la contención, el tutelaje moral y el recelo vengativo frente al carácter impredecible y violento de los actos del chaval que encarna Álex Monner, curioso trasunto físico del propio Lacuesta.

Aun así, en su crescendo de tensión dramática y revelación, a La próxima piel le sobra algún apunte marginal y forzado sobre la sexualidad y el desarraigo de estos jóvenes de ninguna parte, atrapados en el bucle de las estaciones y la abulia.

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