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Crítica 'El contable'

Rascar y matar, todo es empezar

El contable. Thriller, EEUU, 2016, 128 min. Dirección: Gavin O'Connor. Intérpretes: Ben Affleck, Anna Kendrick, J.K. Simmons, Jon Bernthal. 

Si pusieran en fila india todas las películas americanas de psicópatas que han desfilado en las dos últimas décadas por la pantalla podrían ir de una costa a otra de los Estados Unidos. ¡Qué hartura! No se imaginaban los estupendos Charles Laughton, Michael Powell y Alfred Hitchcock -que entre 1955 y 1960 consagraron estos personajes enfermos y/o depravadamente malvados con La noche del cazador, El fotógrafo del pánico y Psicosis- que desataban una moda que, por razones que dejo para los psiquiatras y psicólogos, se multiplicaría como hongos tras el Hannibal Lecter de El silencio de los corderos y el John Doe de Seven. Es embarazoso preguntarse por qué atraen a tantos espectadores estos tipos que unas veces viven completamente majaretas y otras alternan la normalidad más vulgar con una secreta pasión por matar.

En este caso estamos en ambos terrenos: el de la enfermedad y el de la doble vida. Un contable, inteligente y aparentemente (sólo aparentemente y pese a los clientes que atiende) normal, racional y organizado hasta el exceso, en su tiempo libre, en vez de dedicarse a la filatelia o la papiroflexia, se entretiene matando a una escala digna de los mejores disparates de los años 80. Si rebasa o no la frontera que separa al sicario del justiciero de la noche o el psicópata, júzguenlo ustedes mismos si toman la discutible decisión de verla.

Dirige la cosa Gavin O'Connor, a quien debemos uno de los peores westerns supuestamente duros y oscuros de la historia reciente (La venganza de Jane: aunque Bone Tomahawk la superó como peor western de lo que llevamos de siglo XXI). Vuelve por lo tanto a lo supuestamente oscuro y gratuitamente violento en un submundo urbano más apropiado. Lo que no impide que la película avance a traspiés hasta caer en lo exagerado y lo ridículo. Affleck hace lo que puede, pero el disparatado personaje lo arrastra a una desmesura interpretativa que le viene impuesta por un guión con más trampas, como decían los antiguos, que una película de Fu Manchú.

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