No es mala fecha ni mucho menos mal acontecimiento el Festival de Jerez para plantear alternativas paralelas que, al tiempo que acentúan el carácter del evento, establecen posiciones nuevas que patrocinan circunstancias enriquecedoras y puntos de vista motivadores. La edición anterior, Carmen de la Calle y Paula Llull trajeron una serie de videocreaciones que dieron una visión distinta de tan determinante realidad como es el flamenco. Es por tanto el Festival de Jerez, el más significativo de los acontecimientos en el contexto cultural de la ciudad - contexto, por otro lado pobre y dejado de la mano de Dios, salvo ese eje vivificador que es Villamarta y Fundación Caballero Bonald - y, por tanto, la oportunidad perfecta para darle mayor entidad y dotarlo de posturas que ejerzan nuevos argumentos sobre su, ya, contundente patrimonio cultural.

Buen proyecto el presentado en la Sala Paul. A pesar de las nefastas características expositivas del espacio, entre tanta desvirtuación visual que plantea los múltiples registros informativos y de otra índole, se pueden entrever manifestaciones de cierta categoría artística. La muestra parte de los artistas flamencos, la bailaora Begoña Castro y el guitarrista Javier Navarro, que se han rodeado de una serie de autores plásticos, algunos muy conocidos y de trascendencia en ciertos circuitos artísticos junto con otros autores jóvenes que han planteado una realidad artística abierta en la que la disparidad compositiva, estructural, plástica y estética que caracteriza el Arte Contemporáneo se hace presente en una serie de obras que, a pesar de quedar minimizadas por los efectos negativos del espacio donde se presentan, dejan vislumbrar sus múltiples desenlaces artísticos. Fotografía, clásica y moderna, dibujos, grabados e intervenciones de difícil catalogación estructural, forman un organigrama artístico donde el flamenco es sometido a múltiples y comprometidas miradas.

Se trata de un buen proyecto expositivo: conseguir de lo flamenco un nuevo estamento artístico-plástico. No obstante, la muestra plantea algunas dudas, dispersa el contenido al ser más un sumatorio de obras y autores que un medido proceso conceptual regido por un hilo conductor y, sobre todo, pierde todo sentido expositivo en la maraña espacial donde se presenta.

Miguel Ángel Moreno Carretero, José Carlos Nievas, Hisae Yanase, paco Sánchez, Anika Bruton, José A. Navarro, Rafael Amaya, Daniel Diosdado - autor del significativo cartel de la muestra -, Elisa Pozzi, Alejandra Fabris y Eliseo Vicente, los autores convocados merecían mucho más. Los espectadores, ante tanto desconcierto visual, también.