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Un museo por descubrir

Hospital de la historia

  • Hoy, un recorrido por el taller de Restauración del Museo, un 'centro de salud' del tiempo en el que se 'curan' piezas de todas las épocas.

Aquí se cura, y bien. La historia está en buenas manos, en las de Carmen Martínez, restauradora del Museo Arqueológico, también llamada "manos de oro". Ella hace de guía del área de Restauración del edificio, una zona que se inicia en el 'laboratorio' o zona común para arqueología y cursos, entre otras actividades, y donde se recepcionan las piezas más grandes, de mayor volumen, para su 'sanado'. Una sala que le encanta a Martínez, "un espacio que se adapta perfectamente a las necesidades de las obras", como ocurrió, por ejemplo, con la estatua de Alfonso X -que luce en el Alcázar- y que pasó por las manos de Carmen. Allí se reciben las obras, se hace el inventario y el material seleccionado pasa a la sala propiamente de Restauración. Un taller también comunicado con la calle y por donde entró El Sabio para su intervención.

"Desde el hallazgo de un objeto arqueológico hasta su exposición en el Museo existe, además de la investigación, un importante proceso de conservación y restauración que tiene como finalidad mantener la integridad física de los objetos arqueológicos, restos materiales de nuestro pasado, preservando la información que estos contienen para su estudio", apunta la directora del Arqueológico, Rosalía González. "La conservación -añade- es una función imprescindible pues justifica en sí misma la existencia del Museo. El trabajo se realiza en una doble vertiente: conservación preventiva y restauración".

La conservación preventiva consisten fundamentalmente en el control de las condiciones medioambientales (temperatura, humedad, iluminación y contaminación), así como de los factores de seguridad que rodean el bien cultural. En lo que se refiere a la restauración, esta se ocupa de intervenir directamente sobre los objetos cuando los medios preventivos no han sido suficientes para mantenerlos en buen estado. La finalidad de los distintos tratamientos es devolver a los bienes culturales la estabilidad química y la integridad física y estética respetando su autenticidad. En lo que atañe específicamente a los materiales arqueológicos, que son los que constituyen la mayor parte de la colección del Museo Arqueológico Municipal de Jerez, "la conservación preventiva comienza muchas veces en la misma excavación, puesto que la mayoría de ellos son muy inestables, lo cual es lógico si tenemos en cuenta que han permanecido largos periodos de tiempo bajo tierra. Dentro del subsuelo han ido transformando sus características físicas y químicas para adaptarse a él, hasta llegar a un equilibrio, que se rompe bruscamente con la excavación", explica Martínez. Un alto porcentaje de objetos sufren graves deterioros antes de su llegada al museo durante su extracción, almacenaje, o bien por abandono y manipulaciones incorrectas. El restaurador deberá actuar 'in situ' con medidas preventivas de urgencia como engasado, aislamientos, embalajes y sistemas de extracción en bloque, etc., que eviten su destrucción acelerada.

En el laboratorio, el material arqueológico será sometido por el conservador-restaurador a un examen para determinar sus características materiales (si es hueso, marfil, vidrio, bronce… etc.) y los productos de alteración que les afectan (sales, adherencias, cambios de volumen, manchas, falta de cohesión… etc.) A estos datos se unirán los de las excavación (el entorno en el que ha permanecido el objeto, la información edafológica, geológica, ambiental y arqueológica general que atañe al yacimiento). Reuniendo toda esta información podrán conocerse la causas de sus alteraciones y su estado de conservación, para decidir en consecuencia el tratamiento más adecuado.

Durante el reportaje, la restauradora estaba trabajando en un gran recipiente de 3000 a.C. proveniente del proyecto Cueva de La Dehesilla (equipo de la Universidad de Sevilla). "Se le hizo una carcasa sólida, lo trajimos entero y lo estamos excavando aquí. El contenido está ahí y ahora lo que haremos será analizar esa tierra porque los resultados pueden ser muy interesantes: pueden salir desde semillas hasta grasas, los alimentos que contenía. Un trabajo en el campo que me ha encantado". Una cerámica que da indicios a los investigadores sobre la época que están excavando, así como hacen las monedas. También está interviniendo una serie de carteles municipales de la Feria desde el siglo XIX, que se encontraban en malas condiciones. El objetivo es hacer una exposición permanente en el Alcázar.

Carmen Martínez lleva cerca de 30 años trabajando en restauración de piezas del Museo y ha montado el museo en dos ocasiones. "Esto es vocacional. Ahora en verano tengo un taller de niños y como introducción les explico que el restaurador se estudia, tiene una carrera. Para serlo tiene que gustarte para ponerle así pasión. Casi ninguno de los trabajos que pasan por aquí se repite, son todos diferentes. Se pasa bien y mal porque se disfruta pero a la vez te preocupas por lo delicadas que son las piezas". Carmen se considera una "curadora". "Somos conservadores-restauradores. Siempre antes hay que conservar. A veces llegan piezas que están bien, pero en algunos casos hay que 'curar'. Aquí somos como el médico de cabecera, que sabe un poco de todo. Cuando necesitamos a un especialista, solicitamos su colaboración. Porque ante todo, el restaurador debe ser precavido, no valiente. Hay que controlar mucho lo que haces porque lo que quitas no lo puedes volver a poner".

González califica el taller de Restauración como "el hospital de la casa, y de él depende que las cosas estén bien, que los materiales no sufran. Los lunes (que se cierra al público) se hace revisión de vitrinas, del estado de las piezas. Aquí se sigue trabajando ese día porque lo principal es prevenir para conservar. La conservación de un bien cultural no acaba con la intervención. Es fundamental programar rutinas de control y seguimiento de las obras restauradas, así como planes de mantenimiento que aseguran su óptima conservación".

Del Paleolítico al XIX, de una pieza romana a otra almohade..., vidrios, monedas, papel, cerámica... El trabajo del conservador va variando en el tiempo, incluso en el mismo día. Una labor enriquecedora en la que se aprende a diario. Un 'centro de salud' de la historia en el que no duda en dejarse cuidar ni hasta el mismísimo rey Sabio.

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