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jeREZ EN EL RECUERDO

La Judería de Jerez

  • Están registrados los cabezas de familia judíos que en el año de 1266 se asentaron en Jerez, así como la casa que les correspondió

Es obligado decir que, gracias a los trabajos realizados por los investigadores Agustín Muñoz Gómez y el padre Fidel Fita en el siglo XIX, así como los de Hipólito Sancho Sopranis, Miguel Ángel Borrego Soto y Juan Félix Bellido ya en el siguiente siglo XX, es posible conocer la historia de la judería jerezana, ya que los trabajos arqueológicos realizados en este sentido, hasta ahora pocos vestigios han podido aportar. Basándonos en los trabajos de estos investigadores hagamos un breve recorrido por esta interesante faceta de la historia jerezana.

Sabido es que tras la incorporación de Jerez a la Corona de Castilla en 1264 y la consiguiente salida de toda su población musulmana, nuestra ciudad fue repoblada con unos mil ochocientos caballeros y sus familias procedentes en su mayoría de Castilla, Navarra, León y de otros puntos de Andalucía. También vinieron medio centenar de ellas del sur de Portugal, constituyendo éstas el llamado barrio del Algarbe. A todas se les dieron casas más o menos buenas en función de los servicios prestados a la corona.

Con la citada repoblación también llegaron a Jerez noventa familias de origen y religión judías procedentes en su mayoría de Castilla así como de algunas poblaciones andaluzas. Dichas familias se establecen en el interior del ángulo nordeste de la muralla, donde ocuparon casas y solares antes propiedad de los musulmanes. La mayoría de ellos eran artesanos y comerciantes. El Libro del Repartimiento cita incluso algunos oficios, así vemos que hay un alfayate o sastre, un alamín o maestro de tejedores, un labrador y un carnicero entre otros. Este es un tema perfectamente documentado gracias a la existencia en los archivos municipales de la ciudad del anteriormente citado documento, en el cual constan los nombres de todos y cada uno de los nuevos pobladores y la casa o el solar que les son adjudicados. Ello quiere decir que también están registrados los cabezas de familia judíos que en el año de 1266 se asentaron en Jerez, así como la casa que les correspondió. En dicho manuscrito podemos leer que el reparto de inmuebles en la Judería fue de la siguiente manera: 7 casas buenas, 23 casas medianas, 77 casas pequeñas, 7 solares, 14 corrales y almacenes, 2 bodegas y 2 establos. Además se les entregó algunos edificios para uso común con destino a sinagoga, alhóndiga y casa de la merced, esta última para dar albergue a judíos en tránsito o rescatados de la esclavitud. A través del documento que el P. Fidel Fita publica en marzo de 1888 en el periódico El Guadalete, podemos conocer los nombres y el número de las casas que les fueron adjudicadas a los nuevos pobladores judíos. Estos son algunos de los que se citan y las casas que les correspondieron. Vemos por ejemplo: Abraham Atabac al que se le adjudican las casas nº 33 y 34; Hijo de Alexul, casa nº 54; Aly Aux Curi, casas 23 y 24; Cag hijo de Mayr, casa nº 78; Cimba hija de Punia, casa nº 21; Culeyma Adarhi, casa nº 87; Salomón Ballesteros, casa nº 17, etc. Así hasta un total de noventa casas.

La judería jerezana fue durante el siglo XIII una comunidad de proporciones medianas, similar a las de Niebla, Écija o Baeza, sin que pudiera compararse en ese siglo con las de Sevilla o Córdoba. Partiendo de la Puerta de Sevilla el perímetro aproximado de nuestra judería estaría limitado por el área situada a la izquierda de las actuales calles Tornería, Plateros, Misericordia y parte de plaza del Progreso hasta llegar a calle Larga. Se calcula que la Judería jerezana pudo albergar en el siglo siguiente unos tres mil habitantes o más, ocupando una superficie en el interior del recinto amurallado de unas tres hectáreas aproximadamente. Muchos de los habitantes de la aljama trabajarían fuera de ésta en distintos oficios, entre ellos se contaban los almoxarifes del Rey, encargados de recaudar los tributos. Todos ellos volverían a sus casas al caer la tarde, ya que por la noche las puertas de la Judería eran cerradas hasta el amanecer. Como detalle curioso la historia cita a varios judíos de profesión labrador, algo poco común, y es que en la zona de extramuros, donde hoy se alza el barrio de San Pedro, además del cementerio o fonsario hebreo había una buena extensión de tierra calma propiedad de algunos de ellos. La Judería debió ser por tanto una ciudad autónoma en el interior de la propia ciudad de Jerez, ya que incluso tenía leyes propias que regían en su interior.

En cuanto a lo que respecta a sus calles, herederas del pasado islámico, serían estrechas, de trazado irregular, carentes de aceras o pavimento, y por las que en algunas apenas cabría un mulo cargado con serones. Sus casas, pequeñas y pobres en su aspecto exterior, estarían construidas con adobe o ladrillo, puede que blanqueados. En su interior, la parte delantera se destinaba a taller o tienda y la parte posterior a vivienda, con una serie de pequeñas habitaciones para dormitorios para la familia, cocina, almacén y establo. En la parte trasera de la casa, algunas poseían un pequeño corral o huerto donde criar gallinas, palomas o conejos para consumo familiar. Quizás la casa de algún vecino más hacendado rompiera la fisonomía con una edificación más rica y vistosa en su decoración externa. Los talleres se agrupaban por oficios en las calles a las que daban su nombre, cuchilleros, curtidores, pellejeros, tahoneros, jubeteros, ropavejeros, etc. Casi siempre una o dos calles más importantes conducirían directamente hacia el mercado o alcaicería que era donde se desarrollaba la vida comercial de la comunidad. Allí se apiñaban varias decenas de tiendas donde se vendían carnes y productos agrícolas, así como utensilios domésticos y telas.

También poseyó la Judería de Jerez dos sinagogas, cuyos emplazamientos están aproximadamente localizados, además de una alhóndiga y una madrasa o escuela judaica anexa a una de las antes citadas sinagogas. Todavía a principios del siglo XIX podemos leer en el callejero local nombres como 'Plaza de la Sinagoga' o 'Calle de la Sinagoga' referentes a la actual calle Judería y a la de Álvar López respectivamente. Aún se conserva el nombre de le citada calle Judería en la que existe un centro comercial y de eventos emplazado justo sobre lo que en otro tiempo debió alzarse una de las citadas sinagogas. La otra al parecer estuvo situada a la mediación de la actual calle Álvar López, lugar donde conocimos la parte trasera del colegio del Santo Ángel. Cuentan las crónicas que se hundió arruinada en 1479 y ya no se volvió a reconstruir.

La Judería jerezana vivió grandes crisis, una de ellas la sufrió en las últimas décadas del siglo XIV, en parte debida a la predicación de los dominicos, depositarios de la Santa Inquisición en contra de ellos desde su cercano monasterio. Ello tuvo como consecuencia una importante donación de tierras al monasterio de Santo Domingo por parte de los judíos, atribuido en parte al temor que las matanzas habidas en otras juderías se extendiese a la de Jerez, esta circunstancia impulsó muchos a recibir las aguas bautismales del cristianismo.

Aunque la crisis más grave llega en el año 1483 cuando en nuestra ciudad se recibe una orden para que todos los judíos salieran del territorio del Arzobispado de Sevilla al que pertenecía Jerez. Desde ese momento algunos comenzaron a vender sus bienes por menos de la mitad de su valor. Para evitarlo, el Corregidor dio una orden prohibiendo a todo cristiano comprar ninguna propiedad a los judíos con penas de azotes y cárcel al que lo hiciera. De esta manera, parece ser, se trató de evitar que aquella pobre gente malvendiera sus propiedades en favor de algunos desaprensivos sin escrúpulos. Además, el Ayuntamiento elevó un escrito al Rey exponiéndole el quebranto económico que supondría para la ciudad el cumplimiento de la orden de expulsión. El Rey accede y da una prórroga de seis meses, cosa que no se cumplió y los judíos siguieron en Jerez hasta su destierro definitivo. Así, un caluroso día del verano de 1492 salieron de estas tierras en la que habían nacido, chicos y grandes, viejos y niños, a pie o en bestias y carretas, emprendiendo su viaje hasta los puertos de mar de los que habían de partir para nunca más volver.

Actualmente la antigua Judería jerezana ocupa uno de los lugares más céntricos de la ciudad y, aunque no queda ni un solo vestigio de su pasado, todavía conserva algo de su viejo trazado de calles estrechas e irregulares.

Quizás algún día lleguemos a conocer los secretos que toda esta zona del corazón de nuestra ciudad guarda bajo una tierra que a lo largo de los últimos diez siglos vio pasar sobre ella a tres civilizaciones.

Fuentes: Muñoz Gómez, A. Nuevas memorias Judiegas, en El Guadalete, Jerez 1892; Noticia histórica de las calles y plazas de Jerez, Jerez 1903; Fita Fidel, La Judería de Xerez, en El Guadalete, marzo 1888; Sancho Sopranis, H. Historia Social de Jerez de la Frontera al fin de la Edad Media. Volumen III, C.E.H.J. Jerez 1959; González Jiménez M. y González Gómez, A. Jerez de la Frontera en el siglo XIII. CE.H.J., Jerez 1988; Bellido Bello, J.F. ¿Por qué lloraron los judíos al abandonar Jerez? Publicaciones de la C.A.J., Jerez 1995.

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